"Más de lo mismo no logrará los resultados que anhela el país".(Ilustracion: Rolando Pinillos)
"Más de lo mismo no logrará los resultados que anhela el país".(Ilustracion: Rolando Pinillos)
Javier Díaz-Albertini

“La locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes” es una cita atribuida erróneamente a Albert Einstein. Este hecho, no obstante, no le resta nada de genialidad.

Le daba vuelta a esta idea después de escuchar a integrantes de nuestra clase política enarbolar la bandera del diálogo. La mayoría lo hacía considerándolo como una mejor alternativa que el pedido presidencial de adelantar elecciones al 2020. Al escucharlos me venía en mente cuántas veces en los últimos tres años se ha dicho lo mismo y cuán poco se ha logrado. El diálogo nunca es fácil, menos aún cuando no es práctica habitual en nuestra cultura política. Lo que es fácil, sin embargo, es clamar su imperiosa necesidad, pero sin cambiar nada en el sistema político, con la loca esperanza de que los resultados serán diferentes.

Considero que, entre nuestros representantes y autoridades, la insistencia en el diálogo proviene de dos campos diferentes que –por simplicidad– denominaré los ingenuos y los cínicos. Los ingenuos creen que el diálogo es algo altamente valorado por la mayoría de los que participan en el juego político. Esto es algo tan disparatado como considerar que la verdad y la honestidad son también aspectos de este. Partiendo de esta falsa premisa, juzgan que la carencia de concertación se resuelve exhortando para que exista voluntad, es decir, mayores “ganas” de parte de los involucrados.

Entre los ingenuos también incluyo a los que razonan que el diálogo ocurre casi automáticamente cuando “pensamos en el país” y lo anteponemos a intereses particulares, sean individuales o corporativos. Nada más falso. Justo parte del problema político es que existen innumerables formas de imaginar al país, varias de ellas incompatibles entre sí, pero lo que no existe son los mecanismos adecuados para debatir y consensuarlos. Justo han dificultado la discusión y negociación política, la ausencia de organizaciones políticas sólidas, con presencia en las bases y un número significativo de militantes, que comparten idearios y programas.

Los cínicos son los que usan el pedido de diálogo como coartada. Una de ellas es para congraciarse con la opinión pública y es evocada por aquellos con un amplio prontuario de oídos sordos y prepotencia. La clásica fue cuando –poco después de revertir su prisión preliminar– comunicó al país que buscaría un diálogo “no sujeto a ninguna condición” con el Ejecutivo. Todavía estamos esperando. Otras veces se usa para ganar tiempo, estrategia muy estimada por nuestros congresistas, especialmente cuando se plantea una cuestión de confianza.

Mercedes Araoz ha dicho que el actual presidente del Congreso es un “caballero” de “buenas maneras” y que no sería un impedimento para el diálogo. ¿Qué podemos decir al respecto? Desgraciadamente que es volver a expresar y hacer lo mismo. En primer lugar, porque ser caballeroso y de buenas maneras es algo agradable, pero de ninguna manera implica capacidad para generar un proceso de diálogo fructífero. No había persona más caballerosa que Fernando Belaunde Terry. Sin embargo, no se distinguió por grandes logros en la concertación durante sus dos períodos presidenciales.

En segundo lugar, porque llegó al poder gracias al voto de fujimoristas y exfujimoristas (63 de los 76 votos recibidos), agrupación que no ha mostrado ninguna voluntad de diálogo a pesar –o quizás, a raíz– de las oportunidades que ofrecía su mayoría parlamentaria.

En tercer lugar, porque respalda sin tapujos a uno de los movimientos políticos menos permeables y más intolerantes de nuestra política nacional. Olaechea tiene todo derecho a ser conservador, pero cuando se presta a las tretas del extremismo religioso de derecha, pierde toda credibilidad de ser dialogante.

En resumen, más de lo mismo no logrará los resultados que anhela el país. La mayoría de los peruanos no se siente representado por las actuales autoridades por su lamentable conducta y peor desempeño. Sí es así, ¿cómo pretenden representarnos en un proceso de diálogo para construir el país que todos queremos? Una de las pocas cosas que han logrado al respecto es unificarnos en el rechazo que sentimos hacia ellos y el deseo de renovación.