"Hoy, cuando se habla de estos menesteres, todavía se prioriza lo masculino, dándole más exposición a las mujeres en pocas especialidades o relegándolas al vóleibol, la gimnasia o el nado sincronizado, solo por mencionar algunos ejemplos". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Hoy, cuando se habla de estos menesteres, todavía se prioriza lo masculino, dándole más exposición a las mujeres en pocas especialidades o relegándolas al vóleibol, la gimnasia o el nado sincronizado, solo por mencionar algunos ejemplos". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Hugo Coya

Decía hace poco más de dos siglos la escritora británica Jane Austen que “los hombres tienen toda la ventaja sobre nosotras por ser ellos quienes cuentan la historia”. Nada más cierto a la luz de lo sucedido con relación a la Copa América, la Copa de Oro y el Campeonato .

Las versiones en torno al trato disparejo que han recibido dichos torneos por parte de los organismos encargados de dirigir el balompié mundial, de algunos medios de comunicación y del público en general resultan, francamente, escandalosas y demuestran, una vez más, que en el campo de la igualdad de género queda aún mucho camino por recorrer.

La estrella del fútbol estadounidense Megan Rapinoe ha acusado, incluso, a la FIFA de no respetar a las de la misma manera que a los hombres. “Creo que gran parte de lo que tenemos que soportar todo el tiempo es pesado. No es ningún secreto que somos una especie de líderes del juego de mujeres en muchos temas diferentes: igualdad, igualdad de remuneración, cuestiones de género”, manifestó.

Y razones no le faltan para reclamar lo que, a todas luces, es una cuestión de justicia y equidad.

Sabido es que cada cuatro años, cuando se realiza el Campeonato Mundial de Fútbol Masculino, se suspenden todos los torneos locales, nacionales e internacionales para permitir que sus máximos exponentes puedan participar y que la atención pública se concentre en un solo foco deportivo. Así, el mundo entero se paraliza para rendirse ante una competencia que goza de toda la atención a nivel global.

Lamentablemente, este no ha sido el caso del reciente Campeonato Mundial de Fútbol Femenino, realizado en Francia. La Conmebol y la Concacaf, con la anuencia de la FIFA, y en una clara muestra de falta de sentido común, decidieron programar las finales de la Copa América (que tuvo como protagonistas después de 44 años a nosotros, los peruanos, y a los brasileños) y de la Copa de Oro (que enfrentó a México y los Estados Unidos) el mismo día que se celebraba la final del Mundial de Fútbol Femenino.

Una gran jornada deportiva donde las mujeres salieron, como es usual, perdiendo al restarle la atención y visibilidad que merecen, reforzando la imagen e idea de que el fútbol es, antes que nada, una especialidad masculina, una competencia destinada a los hombres, algo que la FIFA intentó negar en un comunicado que pasará a la historia de las iniquidades que rodean la lucha por la igualdad.

En el colmo de intentar ocultar lo evidente, el organismo internacional llegó a sostener que la decisión de programar las finales de los tres torneos se hizo con el beneplácito de las mujeres e, incluso, elogió la coincidencia, calificándola como “emocionante”.

“La calendarización de los distintos eventos ha pasado por un proceso amplio de consulta, que ha involucrado a todos los interesados y ha tomado en cuenta diferentes aspectos de los calendarios de partidos de hombres y mujeres”, sostuvo el ente en su nota de prensa.

Pretendiendo acallar las críticas, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, tuvo que reconocer después que la reciente Copa Mundial Femenina de Francia fue la mejor de su historia y propuso aumentar el número de selecciones participantes de 24 a 32 para la próxima edición.

Es cierto. Este torneo tuvo un gran nivel futbolístico y prueba de ello resultaron las enormes cifras de audiencia televisiva en los países donde se transmitió con el realce que merecía, a excepción del Perú.

Pero la no solo se refleja en la coincidencia de programar otros eventos a la par de la final femenina que acabó ganando Estados Unidos, sino en el valor de los premios que se otorgan. Los estímulos monetarios del último Mundial Femenino sumaron US$30 millones en comparación con los US$400 millones que distribuyó el último Mundial de Rusia 2018; es decir, casi 14 veces menos que el presupuesto destinado a los seleccionados de fútbol masculino que participaron en la Copa Mundial del año pasado.

Hay que reconocer que la historia de la discriminación a las mujeres en el deporte –al igual que en otros ámbitos– es de larga data. Ellas debieron y deben aún enfrentar prejuicios culturales, políticos y sociales que se arrastran desde que el atletismo fue creado como un arte destinado a la preparación para la guerra y la diversión de los hombres.

Hoy, cuando se habla de estos menesteres, todavía se prioriza lo masculino, dándole más exposición a las mujeres en pocas especialidades o relegándolas al vóleibol, la gimnasia o el nado sincronizado, solo por mencionar algunos ejemplos.

Sin embargo, ha llegado la hora de romper con esos estereotipos que tanto daño le hacen a la humanidad y la práctica deportiva en general. En esa línea, los próximos Juegos Panamericanos y Parapanamericanos pueden ser una extraordinaria oportunidad para hacerlo y avanzar con pasos firmes hacia una verdadera equidad, reconociendo también el valor de la mujer en este campo de la actividad humana.

Debemos promover, asimismo, que las niñas y jóvenes puedan ver las diversas variedades que existen, que puedan después tener acceso a ellas, que decidan luego por ellas mismas practicarlos sin que la sociedad les imponga determinados roles. Así haremos que Jane Austen no siga teniendo razón 200 años después, al menos en el deporte.