Educar para siempre, por Pedro Suárez-Vértiz
Educar para siempre, por Pedro Suárez-Vértiz
Pedro Suárez Vértiz

Recuerdo mucho los consejos de mis padres sobre las alergias de piel infantiles. Decían: “¿Has visto algún niño de escasos recursos con alergias?”. Les contestaba que no y decían: “Ellos comen de todo hasta que sus cuerpos se acostumbran y solitos se inmunizan. No les quites nutrientes a tus hijos”. Y así fue. Ellos superaron todas sus ronchas de bebés y no tuve que quitarles ningún alimento. Estas verdades sobre las alergias despertaron en mí toda una filosofía de vida.

Todo es muy puro a la edad infantil. Lo que aprendes de niño te queda para siempre. Puedes, aplicando lo de las alergias, ‘inmunizar’ a tus hijos también en muchos otros aspectos. Sobre esa base pueden conseguir buenos filtros en el amor, por ejemplo. Así debutas en lo romántico. Siempre he defendido que todos los niños lo sienten desde siempre. Todos queremos gustarle a la chica bonita. La búsqueda de la popularidad, sobre todo en colegios mixtos, lo demuestra.

La familia no te enseña cómo enamorarte. Eso te pasa solo. Más bien te explica y aconseja después. Así llegas a entender que no todo lo que brilla es oro y trasciendes al plano de la selección correcta en lo sentimental. Eso es ‘inmunizarte’ contra las personas erradas.

Regresando sin querer a la época de las hadas, no fui el único enamoradizo. A todos mis amiguitos les gustaban también compañeras de clase, niñas del parque o del transporte público. Es lo normal. Solo que nadie habla de ese tema. Se suele minimizar cuando a un niño le gusta una niña, y viceversa. Considerándose como algo infantil o sin importancia. Sin embargo, es algo muy profundo aunque no lo parezca. No hay amor pasional a esa edad, pero sí mucho platonismo. Se sufre igual y hay que conversarlo para aprender.

A esa edad, una niña bonita parece sacada de un sueño o un cuento. Su cabellera, sus movimientos y ocurrencias la hacen tan distinta de nosotros, los hombres, que caes hipnotizado incontrolablemente. De niño no tienes plan ni ideal alguno. Una niña te emboba inexplicablemente. Es una atracción muy básica, muy pura. Está basada en la contemplación, no en el deseo. Pero igual debes prepararte para después.

Aun así, por más que lo he tratado, el amor no se puede explicar realísticamente a un niño. Sin embargo, mis hijos han intervenido en canciones mías de amor muy realistas. Todos han tenido participación directa en mis discos, conciertos y viajes. La prensa ha sido muy respetuosa con ellos, lo cual me ha permitido darles una niñez y una juventud normales, sin por ello perderse el poder ayudar a su padre. Han cantado en varias canciones. Inclusive Salvador le puso todos los títulos a las canciones de mi disco Talkshow cuando era niño. Inventó palabras y las puse como títulos. Quedó genial. Mariajosé estudia y trabaja, pero se dio un tiempo para revisar mis textos y sugerirme detalles para hacerlos más digeribles. Me gusta que mi familia colabore en mi carrera. A ellos les agrada sentir que son fundamentales en este proceso y a mí me encanta ver sus nombrecitos en los créditos de mis obras. Esa fue mi cuota de sutil introducción a la adultez.

Debemos ser más realistas, eso sí, al educar a nuestros hijos en lo social. Inmunizarlos contra la insensibilidad. No es suficiente hacer voluntariado. Uno debe sentirse igual al más indigente de todos los peruanos. Nunca sintamos ínfulas de ser privilegiados. He visto millonarios caer en épocas de vacas flacas y deprimidos por tener que tomar micro o comer un menú de seis soles. Esos altibajos tiene la vida en Perú. Si quieres sobrevivir a esas malas rachas y no deprimirte, es básico que te inmunices estando en las buenas. Las alergias, la traición en el amor, la bancarrota y miles de pesares más son más fáciles de superar si los experimentaste en tu educación infantil.

Esta columna fue publicada el 18 de febrero del 2017 en la revista Somos.