Para muchos partidarios del expresidente estadounidense Donald Trump, la decisión del Tribunal Supremo del país norteamericano contra ‘Roe vs. Wade’ fue una reivindicación largamente esperada. El fallo del tribunal en el caso ‘Dobbs vs. Jackson Women’s Health Organization’ anuló el histórico caso que consagró el derecho al aborto en 1973. Es un resultado que ha sido posible gracias a los tres nombramientos de Trump para el Tribunal –los jueces Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett– y sus partidarios se apresuraron a agradecerle por la victoria. ‘Dobbs’ será “el legado perdurable del presidente Donald J. Trump”, tuiteó, por ejemplo, Andrew Giuliani, candidato a las primarias republicanas para gobernador de Nueva York.
La sabiduría convencional sostiene que este elogio se traducirá en votos para Trump de cara a la próxima nominación presidencial del Partido Republicano. Pero parece más probable que sus militantes –o al menos una masa crítica de ellos– le estén dando las gracias a Trump para dejarlo ir. Trump hizo de las nominaciones al Tribunal Supremo con miras a anular ‘Roe’ una promesa clave de su campaña en el 2016. Ahora que esto ha sucedido, esta temporada política parece haber llegado a su fin.
El objetivo de Trump como presidente era, para una parte central de sus partidarios, fungir como bola de demolición. Sin embargo, con la eliminación de ‘Roe’, se ha completado la mayor destrucción que esos votantes querían. De cara al futuro, es posible que deseen un nuevo candidato para una nueva era, alguien más adecuado para la construcción que para la demolición.
Esta oportunidad de cambiar de caballo puede ser especialmente atractiva para el subconjunto de republicanos que enmarcaron explícitamente su apoyo a Trump como un acuerdo transaccional para ocupar los asientos de la Corte Suprema y, por lo tanto, terminar con ‘Roe’. Ahora pueden transferir su lealtad a algún otro aspirante al 2024 sin poner en peligro ni un ápice del “legado duradero” de Trump.
Por último, resulta revelador el lenguaje utilizado por los republicanos para celebrar. Nombrarlo como “legado” puede señalar que algunos partidarios ya se están dando cuenta de las ventajas de dejar atrás los tiempos de Trump. Andrew Giuliani no fue el único que utilizó esta palabra en las reacciones a la noticia de ‘Dobbs’. Los legados son cosa de funerales, fiestas de jubilación y premios a la trayectoria. Este no es el lenguaje que se utiliza para un político cuyas glorias están por delante. Parecen concebir a Trump como un líder cuyo trabajo se recuerda con cariño. Se recuerda, pero no se anticipa.
–Glosado y editado–
© The New York Times