“Martín Vizcarra ocupó con cierta habilidad entre julio del 2019 y durante el 2019 el espacio de centro, en medio de su precariedad, pero terminó siendo vacado por el Congreso actual, en el que nuevamente el centro quedó sin espacio”. (Foto referencial: Anthony Niño de Guzmán).
“Martín Vizcarra ocupó con cierta habilidad entre julio del 2019 y durante el 2019 el espacio de centro, en medio de su precariedad, pero terminó siendo vacado por el Congreso actual, en el que nuevamente el centro quedó sin espacio”. (Foto referencial: Anthony Niño de Guzmán).
/ ANTHONY NI�O DE GUZMAN
Martín  Tanaka

En las últimas semanas, he comentado la evolución y las características recientes que muestran y en nuestro país, y cómo estas ayudan a entender mejor los desafíos que tenemos por delante. Preguntémonos ahora por el centro político.

No es sencillo definir el centro porque, en buena medida, se trata del espacio entre los extremos; es decir, solo puede entenderse en un contexto específico, cuyo carácter cambia a lo largo del tiempo. Durante buena parte del siglo XX, el se ubicaba en el centro, entre la izquierda marxista y la derecha. Podría decirse que, en términos ideológicos, la socialdemocracia ocupa típicamente un espacio de centro: comparte con la izquierda marxista la búsqueda de la igualdad y la justicia distributiva, pero deslindó con la izquierda revolucionaria al abrazar la democracia liberal, el pluralismo político y la convivencia con el sistema capitalista. Del otro lado, también se ubicarían al centro, desde la derecha, posturas socialcristianas o liberales igualitaristas en las que, partiendo de la valoración de la libertad y de la economía de mercado, se levanta también el principio de la solidaridad y se asume que, para que los mercados y la competencia funcionen, el Estado debe propiciar activamente la igualdad de oportunidades.

En nuestro país, históricamente, podría decirse que el centro estuvo definido por la apuesta por la democracia, frente a la pretensión revolucionaria de la izquierda y la apelación a la intervención militar de la derecha; así como por, partiendo de la base de la economía de mercado, entender como necesaria la intervención del Estado para enfrentar la voracidad de empresarios “mercantilistas” y la resistencia al cambio de las oligarquías tradicionales. El problema es que el Apra nunca asumió propiamente una identidad socialdemócrata pudiendo hacerlo, y carecimos de una derecha más moderna y con menos ataduras conservadoras.

Hacia fines de la década de los 90, el fujimorismo polarizó el país en torno a un eje autoritarismo-democracia que fortaleció relativamente al centro. Los gobiernos de y discurrieron por ese camino y allí convergieron referentes tanto de derecha como de izquierda. En el período 2006-2011 se dio una suerte de polarización entre un gobierno de derechizado y una UPP humalista también radicalizada, y el centro quedó relativamente vacío; pero en el 2011 entendió que, para ganar la elección y luego para gobernar, debía ocupar ese espacio, y fue así como se pudo mantener la ortodoxia macroeconómica, lanzar iniciativas sociales como el Midis y proponer una diversificación productiva. Desde el 2016 vivimos una nueva polarización: a la izquierda, un Frente Amplio antineoliberal y antifujimorista, y a la derecha, un fujimorismo crecientemente conservador. nunca supo si acercarse al fujimorismo o combatirlo; una duda que lo liquidó políticamente. ocupó con cierta habilidad entre julio del 2019 y durante el 2019 el espacio de centro, en medio de su precariedad, pero terminó siendo vacado por el actual, en el que nuevamente el centro quedó sin espacio; esta vez por las lógicas populistas que se han vuelto alarmantemente predominantes a lo largo de todo el espectro.

De cara al próximo quinquenio, con una oferta electoral particularmente precaria aun para nuestros ya muy bajos estándares, me parece que la conclusión es clara: ninguna de las fuerzas políticas en competencia tendrá la posibilidad de sacar al país adelante por sí solo. Ninguno cuenta con la organización, cuadros, claridad programática o capacidad de convocatoria suficiente para enfrentar los enormes retos del futuro. Y en un escenario que se insinúa fragmentado, el gran reto estará en la capacidad de construcción de coaliciones. El respeto al estado de derecho, el fortalecimiento de la administración pública y la reforma de la institucionalidad política, la defensa de la economía de mercado, pero fortaleciendo su brazo social y redistributivo, podrían ser las bases de un acuerdo que pueda darle viabilidad al próximo gobierno.