La paradoja de un país con un alto desinterés por la política es tener casi 40 partidos inscritos. Los peruanos están hartos de la política y de quienes la ejercen. Cuando hablan de sus autoridades, sean congresistas, alcaldes, ministros o la propia presidenta, lo hacen para renegar. Y, sin embargo, tenemos 39 organizaciones que han cumplido con los requisitos legales necesarios para participar en las próximas elecciones del 2026. Hasta el momento serían 39 los potenciales candidatos a la presidencia. Y eso no es todo. Existen otras 29 agrupaciones en proceso de inscripción. Si todas lograran su objetivo, la cifra puede crecer a 68. Cualquiera pensaría que somos un paraíso democrático.
¿Por qué el sueño del partido propio es tan atractivo para los impulsores de estos proyectos? La volatilidad del elector peruano puede ser uno de los factores, si bien no el único. Cualquier aventurero de la política sabe que contar con una marca propia le da a él o a la persona que designe la opción de llegar a la presidencia. Tener un partido inscrito es como tener un boleto de la Tinka electoral. Con la diferencia de que aquí el premio mayor se lo disputan unos cuantos. No es necesario tener programa de gobierno, cuadros técnicos o ideario. Solo encontrar al candidato adecuado que empiece a trepar en el momento propicio.
Con una proyección de casi 70 partidos para el 2026, será un dolor de cabeza para los organismos electorales el tamaño que tendrá la cédula electoral. Y el trabajo que tendrán los ciudadanos que resulten elegidos miembros de mesa. El escrutinio de los resultados de la primera vuelta puede ser caótico.
No hay una solución a la vista para esta aglomeración electoral. Si bien algunas agrupaciones han expresado su interés en formar alianzas, en el Congreso las bancadas que tienen la sartén por el mango no han mostrado su inclinación a flexibilizar la valla, lo que disuadirá cualquier intento de coalición. El Registro de Organizaciones Políticas del Jurado Nacional de Elecciones es una combi repleta que aún no llega a su destino, pero a la que se siguen subiendo los pasajeros.