"El suyo ha sido un mensaje que les ha llegado como el de Cristiano Ronaldo y la Coca Cola: fuerte y claro" (Ilustración: Giovanni Tazza).
"El suyo ha sido un mensaje que les ha llegado como el de Cristiano Ronaldo y la Coca Cola: fuerte y claro" (Ilustración: Giovanni Tazza).
Patricia del Río

pidió agua en lugar de , y la famosa bebida perdió US$4 mil millones en la bolsa. La noticia se hizo viral este miércoles cuando en la conferencia de prensa, previa al partido que disputarían Portugal y Hungría por la Eurocopa, CR7 quitó las dos botellas de Coca Cola que tenía al frente y pidió agua. El gesto, que no duró más de 20 segundos, provocó la caída de las acciones de la gaseosa, que pasaron de US$56,10 a US$55,22. Algunos especialistas ya salieron a argumentar que se trataría de una coincidencia y que este desplome nada tiene que ver con el gesto de desdén del crack del fútbol. Pero, a estas alturas, da lo mismo. La noticia es atractiva para los que defienden la alimentación saludable; los padres y madres de todo el mundo ya tienen un ejemplo para evitar que sus hijos tomen gaseosas.

Los responsables de la marca, que es una de los patrocinadoras más importantes de la Eurocopa, así lo han entendido, y en lugar de retirarse del torneo o hacer unas pataletas, respondieron con elegancia: “Todos tienen derecho a sus propias preferencias de bebida. Los futbolistas en este torneo obtienen agua, junto con Coca Cola y Coca Cola Zero en ruedas de prensa”, declaró su vocero.

El video de la conferencia viajó más rápido que cualquier comercial millonario por el que pueda pagar la empresa en un medio masivo de comunicación, y obligó a los comerciantes a aceptar la contundencia del gesto, sin perder el tiempo en tratar de negarlo u ocultarlo. CR7 toma agua y la Coca Cola no es buena para los atletas: ya está. Mensaje enviado.

El ejemplo puede servirnos para analizar lo que pasa en nuestra política: para los votantes de , en estos momentos, el conteo rápido de Ipsos el día de las elecciones, el escrutinio de las actas en la ONPE, y el hecho de que la candidata de ya tenga antecedentes de no aceptar sus derrotas, les dan argumentos para proclamar al profesor presidente de la República, antes de que el Jurado Nacional de Elecciones lo haga formalmente. Hace días que festejan y bailan frente al JNE. Fuera de Lima, el escenario es aún más complejo: en regiones como el Cusco, donde tuve la oportunidad de estar esta semana, los ciudadanos ni siquiera creen que deba haber algo que reclamar. Están sentados esperando ver al profesor de Chota con la banda presidencial el 28 de julio. “A nosotros no nos van a decir por quién hemos votado”, fue una de las tantas frases que escuché en el mercado de Pisaq, donde parecía que todos habían marcado el lapicito.

No importa cuántas teorías de fraude se manejen, ni cuántos amedrentamientos de exmiembros de las Fuerzas Armadas anuncien posibles golpes, ni cuántos abogados intenten explicar de forma técnica que Castillo no ha ganado. No solo hasta ahora no los acompañan pruebas definitivas, sino que ya no importa. Para más de la mitad del Perú (porque muchos de los que votaron por ya aceptaron su derrota) ya no hay nada que contar ni que discutir, y dada la cantidad de regiones que conquistó Perú Libre, un escenario en el que se anularan las elecciones desataría un estallido social que haría palidecer a los plantones limeños de quienes no están dispuestos a aceptar un eventual gobierno de Castillo.

Tenemos muchos análisis sobre lo seguros que están muchos votantes de Keiko de que les han robado la elección, pero pocos están mirando el convencimiento, tal vez menos alharaquiento y menos mediático, de quienes no dudan de que Castillo ya sea presidente. Mientras los primeros piden pruebas, los segundos ya no las necesitan. El suyo ha sido un mensaje que les ha llegado como el de Cristiano Ronaldo y la Coca Cola: fuerte y claro. Sin marcha atrás.