“De España vengo”, por Enrique Bernales
“De España vengo”, por Enrique Bernales
Enrique Bernales

El título de este artículo copia el de una famosa canción que es parte de la zarzuela “El niño judío”, del maestro Pablo Luna. Lo hago porque me parece pertinente al tema que trataré y porque, efectivamente, de España acabo de llegar. Me interesaba conocer políticamente su actual acontecer.

Durante 30 años he visitado España y estudiado su desarrollo político. No me ha sido ajeno el período de transición a la democracia y el pacto de la Moncloa. Pude seguir de cerca el largo tiempo del gobierno socialista donde brillara Felipe González, como también el proceso de la inclusión en la Unión Europea, su conversión en la cuarta economía europea, la importante animación cultural y deportiva, la alternancia en el poder entre socialistas y pepecistas y la progresiva neutralización de la violencia armada del ETA. En fin, la creciente presencia de España en América Latina. Todo esto me pareció positivo y me alegré por España y los españoles. 

Pero en mis dos últimas visitas fue otro el panorama que encontré. Había llegado la crisis y con ella el desencanto. Ya no había crecimiento económico, el paro sobrepasaba los cuatro millones de desempleados, el ingreso per cápita descendía alarmantemente, los servicios sociales –como la educación y la salud– decaían en calidad, en tanto que, simultáneamente, encarecían los precios. Era como si, de repente, la sociedad de bienestar agonizara.

El manejo político era calificado mayoritariamente de deficiente y corrupto. Surgieron entonces movimientos populares de rechazo como el de los “indignados” y un severo cuestionamiento del bipartidismo del Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular que hasta entonces se habían turnado en el gobierno.

Fue en este contexto que se produjo la elección del 20 de diciembre del 2015, cuyos resultados quebraron el bipartidismo y dieron nacimiento electoral nacional a otras dos fuerzas: una de centro derecha liberal que encabeza el joven e inteligente Albert Rivera, y otra, Podemos, orientada hacia una izquierda populista que comanda Pablo Iglesias, carismático, pero con un discurso maximalista que tiene mucho de demagogia. 

Cuatro meses han transcurrido sin que las dirigencias políticas hayan entendido que lo necesario en circunstancias como esta es alejarse de las posiciones extremas y buscar a través del diálogo aquellas aproximaciones sucesivas que llevan al acuerdo de los consensos intermedios, que son los de alianzas que alcanzan la estabilidad política y el manejo sensato de la economía.

Y esto es lo que ha sucedido en España. Cuatro meses han transcurrido desde el 20 de diciembre en los cuales lo que hay es un gobierno en funciones que carece de poderes reales para gobernar y un Parlamento que no tiene atribuciones para legislar y fiscalizar, porque simplemente no hay gobierno, de modo que la realidad política termina pareciéndose a una especie de ‘dolce farniente’. El fracaso de los políticos para llegar a acuerdos de garantías mínimas de gobernabilidad, ha llevado a que se convoque a una nueva elección para el 26 de junio.

El escepticismo que he constatado en mis sondeos y conversaciones, es que los resultados serán más o menos parecidos, los actores principales serán también los mismos, se harán ofertas parecidas y si tampoco esta vez se llega a acuerdos que hagan posible constituir gobierno, se tendrían que repetir las elecciones por una tercera vez, probablemente en diciembre.

Nadie desea que se llegue a ello, pues se trataría de un absurdo entrampamiento. Ya es mala la segunda elección y peor sería para un país de la importancia de España que transcurriera un año sin gobierno real y efectivo. Pero en una situación como la descrita, los buenos deseos sobran y la agudización de las contradicciones solo llevarían a un callejón sin salida, que siempre es lo peor que puede suceder a un país que quiere realizarse en democracia, sin rupturas de su heredad territorial y con una economía y una cultura al tope de las inmensas posibilidades que tiene España. Confiemos en ese despertar. El pueblo español se lo merece.