Esto fue lo peor de la censura, por Fernando Vivas
Esto fue lo peor de la censura, por Fernando Vivas
Fernando Vivas

Lo peor es que tenemos un gobierno fatalista, necio y confrontador por las puras. “Ah, no cedes, yo tampoco, pe’”; fue el temperamento de un Ejecutivo que, en lugar de demostrar que tener la sartén por el mango lo hace más grande, regresionó a un estadio infantil de la política. Qué pena, porque durante ‘la repartija’ del 2013 fue la sensatez del Gobierno la que empujó al Congreso a buscar la salida. Esa vez, Humala demostró tener muñeca más flexible y oído más fino para la calle. El lunes, en cambio, en lugar de conjurar la crisis buscando acuerdos previos, se dedicó a atacar a sus rivales en el pleno; mientras Nadine Heredia tuiteaba dando ya por perdida la batalla. La actitud de ese par debe haber cosechado un par de votos a favor de la censura de

El humalismo se agota en sus crisis y  no otea su horizonte largo. Sus dirigentes conspicuos (Espinoza, Otárola, Josué Gutiérrez, los mismos Jara y Abugattás) bien podrían albergar perspectivas de reubicación en el espectro político, para no hablar de mero transfuguismo. Pero Ollanta y Nadine no pueden abandonar su marca y gobiernan como si esta –el nacionalismo– se fuese a extinguir con ellos, como si fuera un cuento que en el futuro contarán a sus hijos.

Lo que me lleva a lo segundo que no me gustó: que el Congreso es capaz de pateadas de tablero colectivas, de conjuras autodestructivas, de votar tan a la loca que recién, en la suma del tablero electrónico, se percatan de que la opción aventurera tuvo la mayoría simple. ¡Uyuyuy, ganamos, ¿y ahora? Las previsiones sobre el triunfo posible deben haber sido igual de vagas y locas que la censura o conjura, que es lo mismo.

Lo tercero es la suma de los dos: y oposición quemaron sus puentes, se quedaron parados en el lecho del huaico hasta que este los arrasó. El acuerdo político que debió darse semanas atrás recién tendrá que darse en estas horas y días. Lo del ‘diálogo’ fue puro formulismo, sin carne ni sustancia, ni vocación acuerdista. La población ya vio, sin ganas, el espectáculo del desacuerdo y de la votación sin ganadores.  Pero estoy seguro de que le hubiera gustado ver la foto de un pacto. Nos lo merecemos.

Lo cuarto es que el motivo de la censura es la baja política, la denuncia filtrada, el arañazo entre grupos y bancadas. No es la evaluación de lo que hizo y no hizo Ana Jara en relación con las metas y promesas del Gobierno hacia la gente; ni se trata de un escándalo de corrupción que la deje moralmente insolvente. Es la acusación de actos de espionaje que solo afectan directamente a una élite. Tan ensoberbecida ha sido la censura que ni siquiera oí a muchos políticos preocupados en convencernos de que el espionaje podía victimizarnos a todos.  

Todos estos puntos inciden en un deterioro de la política. Gobierno y  partidos han perdido control de sus fuerzas y bancadas, por eso fue imposible pronosticar el resultado del lunes. ¿Cómo medir el rencor de Anicama, o el resentimiento, más sutil, de Omonte? ¿Cómo cruzar el presupuesto de obras en regiones con las expectativas de cada congresista opositor para ponerle precio a su voto? ¿Cómo meterse en el pellejo de políticos que censuran gabinetes pero postergan las reformas que les quitarían la piel de otorongos? Las circunstancias los forzarán a hacer las paces, como niños pegalones arrepentidos.