El eterno inconforme, por Diana Seminario Marón
El eterno inconforme, por Diana Seminario Marón
Redacción EC

Son muchas las cosas que se han dicho y escrito sobre desde el día que nos dejó. La mayoría de ellas destaca la firmeza de sus convicciones, su tolerancia con quienes pensaban distinto y, sobre todo, su infatigable capacidad de trabajo.

Tuve la suerte de conocerlo cuando estuvo a cargo de la , y luego pude trabajar de cerca con él desde que el 1 de octubre del año pasado asumió la dirección de este Diario.

Han sido muchas las características que se han mencionado de Fritz en los últimos días. Yo me quedo con su aversión al conformismo. el reto de hacer lo que los otros no harían, buscar el ángulo distinto a la historia que todos los demás contarían. Era arriesgado, y eso hacía alentador trabajar con él. Cada jornada suponía un reto distinto.

Así como fue un ácido crítico de la burocracia estatal, fue enemigo de la “burocracia periodística”: los periodistas siempre teníamos que estar buscando algo, descubriendo historias, rechazaba el palabreo, iba al grano, hablaba de frente.

Su disconformidad con lo preestablecido no se quedó en el ámbito económico y periodístico, sino que se tradujo en rechazar la ineptitud del Estado y todos sus vicios. Si algo no toleraba Fritz era la ineficiencia estatal. Le resultaba indignante el mal uso que se hiciera de nuestros impuestos.

Así como condenaba los excesos, para él no había medias tintas. Por ejemplo, en el caso del uso político de los gobernadores de la Oficina Nacional de Gobierno Interior (Onagi), era de los que creía que la solución no estaba en reestructurar esa oficina, sino en eliminar la función de los gobernadores, pues, ya sea en este como en otros gobiernos, el clientelismo político era una tentación permanente.

La última batalla periodística que libró fue revelar la corrupción en las regiones. Estaba convencido de que el  encarcelado presidente regional de Áncash, César Álvarez, no había actuado solo: Intuía que la podredumbre del gobierno de Áncash iba más allá de sus fronteras y creía firmemente que el  modelo de regionalización, tal como actualmente está concebido, había fracasado.

Fue un defensor de la libertad. Por eso siempre rechazó cualquier intento de que esta fuera cercenada. Estuvo al pie del cañón para defender su posición de la campaña sobre la mal llamada concentración de medios, que no es otra cosa que una legítima operación comercial entre El Comercio y Epensa. Y no lo hizo porque fuera el director de este Diario. Estoy segura de que lo hubiera hecho desde cualquier posición en la que se hubiera encontrado.

En medio del debate por la consulta que el ex primer ministro Juan Jiménez estaba dispuesto a hacer a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Fritz acogió de muy buena gana un artículo de Jiménez Mayor en las páginas de este Diario. Así era Fritz.

“Es una gran pérdida para todos”, le dije a su esposa Cayetana, y ella respondió: “Ustedes tienen que seguir”. Y nosotros sabemos todo lo que encierran esas palabras. Sí, vamos a seguir. Hecho.