Ética y fujimorismo, por Francisco Miró Quesada Rada
Ética y fujimorismo, por Francisco Miró Quesada Rada

El fiscal Avelino Guillén nos advierte qué puede pasar de llegar Keiko Fujimori al gobierno. Según él, la candidata fujimorista es una extensión de la voluntad política de su padre, de una manera de entender la política, en donde se mezclan el autoritarismo con el populismo y el clientelismo, en donde el control del poder sirve para beneficiar al grupo que lo ejerza.

Por eso afirma Guillén que no nos dejemos engañar, pues con sus estrategias políticas mediáticas, el fujimorismo quiere desviar al electorado del tema central, porque votar por Keiko es hacerlo por su padre. Así, ya sea directa o indirectamente, como asesor solapado, Fujimori retornará al poder. 

En otros términos, si gana Keiko se volverá a instalar el estilo autoritario del manejo del poder. Aunque es cierto que será dentro de otro contexto, se abrirá nuevamente el sistema de corrupción creado por su padre y Montesinos, pero además la débil, desigual y nada inclusiva institucionalidad que tenemos será dañada más que nunca.

“Si no controlamos la televisión, no hacemos nada”, dijo Elesván Bello, uno de los seguidores de Vladimiro Montesinos. Esto lo acaba de recordar Pedro Pablo Kuczynski en una de sus respuestas a Keiko: “Lo que está haciendo la candidata es defender un gobierno de fuerza que cerró los diarios” (El Comercio, 14 de mayo). Eso hizo cuando dio el golpe. Y cuando sacó las manos después de unos días, tuvo maña para corromper a los dueños y a los periodistas de muchos medios de comunicación, salvo a tres.

Fujimori y Montesinos pagaron más de diez millones de dólares para controlar la televisión. Solo se resistió heroicamente Canal N. Dada esta tendencia autoritaria del fujimorismo, de la que Keiko no es ajena, si llega al gobierno la prensa debe poner las barbas en remojo, porque desde el Estado va a lanzar artículos a través de sus ‘fujitrolls’ para calumniar, amenazar y amedrentar a los periodistas.

Una prueba no solo jurídica sino moral para Keiko es la de extraditar a sus tíos y a otros fujimoristas por actos de corrupción. Además, nos deja a todos en Babia cuando en su entorno, como si fuera el juego del gran bonetón, se discute de dónde salió el dinero que financió sus estudios en Estados Unidos: ¿de su papá que se levantó medio país y renunció por fax?, ¿de su abuelito como ahora dice su mamá? o ¿del SIN? 

Entonces el fiscal Guillén no está lejos de la verdad cuando dice que votar por Keiko es votar por Alberto. ¿Acaso no son distintos? Claro, en lo físico y sexual no cabe la menor duda. Pero forman parte de un mismo origen y cultura política, aquella de priorizar el poder y el dinero sobre los valores, aquella de la mecida como estrategia política, aquella de dejar al rico que sea más rico y al pueblo pan y circo con bailecito y todo.  

Esto se nota en esta campaña, porque de otra manera Keiko habría denunciado tajantemente el autoritarismo y la corrupción del gobierno de su padre, pero no lo ha hecho y no lo podrá hacer. No podrá deslindar porque no puede desligarse de la figura paterna. Su admiración por él es de tal magnitud que hasta copia algunos estilos en la campaña presidencial. Su admiración por el padre es de tal magnitud que le impide el rompimiento. Allí hay un complejo de Electra muy fuerte, un tema que se lo dejamos a los psicoanalistas.

Otro argumento que esgrimen los partidarios de Keiko es que ella era muy joven para darse cuenta de los delitos y violaciones que cometió el fujimontesinismo. Falso servicio le hacen, porque si a los 19 o 20 años una persona no distingue entre el bien o el mal, o tiene ceguera ética o carece de conciencia moral, esto sí es grave, muy grave. Sobre todo si esa persona pretende la primera magistratura de la nación.

Keiko no cuestionó al padre ni en lo moral ni en lo político. Por el contrario, lo refuerza, porque, como dice el fiscal Guillén, el fujimorismo es uno solo. Ante esto imaginemos –ojalá no suceda– que si llegara a la presidencia, con esa mayoría en el Congreso, sus deseos y caprichos se resolverán a carpetazo limpio, como sucedió en los dos congresos durante la dictadura de su padre y con el malhadado Congreso Constituyente Democrático, que para nada ayudó a salir de la dictadura, sino que la legitimó.

Aunque usted no lo crea, esta elección no es normal. Es crítica porque el 5 de junio estará en sus manos decidir entre democracia y autoritarismo y no entre un candidato u otro, sino también entre dignidad, decencia y corrupción. Nadie puede predecir el futuro pero si analizamos las tendencias, la del fujimorismo es hacia la concentración del poder, ve al Estado como un botín para enriquecerse.