(Ilustración:Rolando Carlos Pinillos Romero)
(Ilustración:Rolando Carlos Pinillos Romero)
Luis Millones

La representación teatral de la visita de los al recién nacido Jesús de Nazaret puede verse en muchas partes del Perú. Y aunque se sabe que nos llegó con el proceso de cristianización, vale la pena preguntarse si realmente tal acontecimiento puede sustentarse en la doctrina que forma parte de nuestra educación.

Realmente no hay pruebas de que fueron reyes, ni sabemos de dónde llegaron, cuántos eran y tampoco conocemos sus nombres. La única fuente canónica de su existencia es el evangelio de San Mateo 2:12 que menciona su presencia en Belén de manera muy escueta: “Unos Magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: ‘¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo’”.

A continuación, Mateo nos relata: “Herodes y toda Jerusalén quedaron muy alborotados al oír eso”.

De Herodes sabemos mucho más. Cuando nace Jesús, era rey de los judíos. Aunque su pertenencia a esa sociedad y religión hubiese sido por la puerta falsa. A su nación idumea (ubicada en el Levante mediterráneo, al sur de Judea y del Mar Muerto) le fue impuesto el judaísmo y, por tanto, Herodes fue circuncidado, debido a esa circunstancia inevitable.

Afortunadamente para él, su padre Antipas fue favorecido por la expansión de Roma y destinó para Herodes el cargo de prefecto de Galilea. Más tarde, habiendo sido asesinado Julio César, Herodes se acercó al bando de Casio y, en la guerra que siguió entre Marco Antonio y Octavio, en un principio se ubicó cerca del favorito de Cleopatra, consiguiendo el título de rey de los judíos, pero no vaciló más tarde en servir a Octavio, manteniendo entonces el poder adquirido. Nunca llegó a profesar la fe judía con el compromiso requerido, es cierto que reconstruyó el templo de Jerusalén, pero también lo hizo con los edificios de otras religiones y rindió culto a divinidades ajenas a la que formalmente pertenecía. Eso explica su interés y preocupación por descubrir el lugar donde podía encontrar y asesinar al Mesías, pensado como rival de su trono. Así nos lo narra el evangelista (Mateo 2:7-9): “Entonces Herodes llamó en privado a los Magos, y les hizo precisar la fecha en que se les había aparecido la estrella. Después los envió a Belén y les dijo: Vayan y averigüen bien todo lo que se refiere a este niño, y apenas lo encuentren, avísenme, porque yo también iré a rendirle homenaje”.

Los Magos cumplieron con la estrella que los guiaba y llevaron sus regalos a la sagrada familia, pero regresaron a su tierra por otro camino, sin volver a comunicarse con Herodes.

La Iglesia Católica ha declarado como apócrifo a un buen número de fuentes medievales, en varias de ellas aparece que los Magos eran tres, e hijos de los reyes de Persia, y que finalmente tenían los nombres que se han divulgado: Gaspar, Melchor (a veces Melkón) y Baltasar. Hasta mucho más tarde no se menciona que uno de ellos fuera negro. En la Alta Edad Media, ser de características africanas lo hubiese convertido en un descendiente de Cam, el hijo de Noé, que se burló al ver desnudo a su padre, por lo que recibió ese castigo, imagen que se divulgó recién en el siglo XVI.

Para concluir con San Mateo (2:16), vale la pena recordar que “Herodes se enojó muchísimo cuando se dio cuenta de que los Magos lo habían engañado, y fijándose en la fecha que ellos le habían dicho, ordenó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y sus alrededores”.

Tampoco este episodio figura en los otros evangelios canónicos, pero la crueldad de Herodes tiene una larga historia durante los períodos de gobierno, entre sus víctimas figura su esposa Marianne y sus dos hijos: Alejandro y Aristóbulo.

Los Reyes Magos aparecen en español, en el siglo XII, en el llamado “Auto o Representación de los Reyes Magos”. No se sabe quién fue el autor, pero el manuscrito se encuentra en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, como una de las primeras piezas teatrales que llegó de Toledo. La evolución y detalles que se agregaron con el transcurrir de los siglos no cambió el argumento base que nos presenta la Biblia y no puede sorprendernos que el descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo hicieran viajar a los Magos por estas tierras.

Nos tocó verlos en Íllimo (departamento de Lambayeque) en el año 2012. Me sorprendió el volumen de participantes involucrados en la representación teatral, también el lujo y el cuidado de sus vestidos y las muchas horas que tomaba la obra. En su esquema, la pieza mantenía la simplicidad del argumento conocido a pesar de la presencia de algunos elementos discordantes (la vaca loca, el falso obispo y la supuesta viuda de Herodes) con los que se buscaba una risa fácil del público. En el transcurrir de la función, se observaba un esmerado desplazamiento de los actores a pie y de los jinetes a caballo por el amplio escenario, así como el esfuerzo para declamar sus parlamentos. Su expresión mecánica les daba un ritmo de sonsonete, que el director nos explicó que se había hecho adrede, para hacer fácil recordarlos. La obra concluyó con la muerte de Herodes, provocada por el pesar que le causa la rebelión del pueblo, tras la matanza de los niños. Lo que es una innovación, también lo es la presencia de dos imágenes que representan a Jesús, una de ellas traída del Ecuador.

No es la primera vez que una obra de teatro del norte del Perú recoge elementos del país vecino. En Loja también se teatraliza la fiesta de los Reyes Magos, una hipótesis a probar es la posibilidad de que con la imagen del Niño Jesús llegase el guion completo de los Reyes Magos.

Hay, pues, muchas vías abiertas para explorar en América a raíz de la llegada de los Magos, cuya presencia en el Viejo Mundo ya era misteriosa.