¿Cómo se explica el fenómeno Trump?, por Ignazio De Ferrari
¿Cómo se explica el fenómeno Trump?, por Ignazio De Ferrari
Ignazio De Ferrari

Desde su ingreso en la arena política el año pasado, Donald Trump ha desafiado los consensos más básicos de la cultura democrática estadounidense y de su partido. Su ataque frontal a las minorías hispanas y musulmanas va en contra del credo fundacional de una nación de inmigrantes y de libertad religiosa. Su nacionalismo económico va a contracorriente de las tesis pro libre mercado de su partido. Sus valores morales se contraponen a los de los sectores religiosos que componen la base del Partido Republicano.

¿Cómo se explica entonces el fenómeno Trump? ¿Y qué nos dice de la sociedad estadounidense y del partido al cual representa? 

Un factor clave en el ascenso de Trump es la desigualdad económica. Según un estudio de la Russell Sage Foundation, el patrimonio neto de una familia típica es 14% menor hoy que en 1984. A nivel de ingresos, entre 1979 y el 2013 estos crecieron solamente 15% para el 90% de estadounidenses que menos ganan. Mientras tanto, el 1% de arriba vio un incremento de 138% en sus ingresos en el mismo período. Trump es particularmente fuerte en regiones del país con bajas posibilidades de ascenso social y entre hombres blancos sin educación universitaria. Su discurso antisistema recoge la rabia de importantes sectores contra las élites políticas y se nutre de quienes ven escaparse el sueño americano. 

Un segundo factor que ha facilitado la consolidación de Trump es la polarización política. Esta ha alcanzado niveles históricos en la última década. En un sistema altamente polarizado, los votantes –y la clase política en general– no se desvían de las consignas partidarias. En el caso de Estados Unidos, la polarización alcanza a los medios de comunicación, que hacen una lectura partidaria de la realidad. A su vez, los partidos apuestan por la movilización de su núcleo duro en vez de ir en busca del centro político. La polarización ha beneficiado a Trump: no importa a qué minoría atacara o qué nueva mentira lanzara, igual mantenía al grueso de sus partidarios. Según una encuesta del 22 de setiembre publicada en el “Washington Post”, Trump tenía una ventaja de 77 puntos porcentuales entre votantes republicanos. 

El ala más derechista del Partido Republicano también ha contribuido en hacer de Trump un candidato viable, pese a que en la carrera por la nominación hiciera todo lo posible para evitar su victoria. Durante la presidencia de Obama, el ala dura se ha opuesto a todo intento de reforma, con una virulencia pocas veces vista. La política de la confrontación ha facilitado la aparición de un candidato que se mueve como pez en el agua en esas arenas movedizas. 

El ascenso de Trump es un recordatorio de cuán desviada de la realidad ha estado la agenda política estadounidense. Hace mucho sabemos que la desigualdad, el deterioro de las clases medias y la falta de ascenso social son los puntos débiles del modelo capitalista implementado en Estados Unidos. Según Tamara Draut del ‘think tank’ Demos, la ausencia de este debate se debe a que los políticos y los medios de comunicación están muy alejados de las clases trabajadoras a las que deben representar o informar. La paradoja es que si bien Trump recoge la ira de los de abajo contra las élites, sus políticas –en especial las impositivas– aumentarían las brechas en vez de acortarlas.

En la última semana, la campaña de Trump ha explosionado en medio de los escándalos sexuales del candidato. Lo más probable es que Trump pierda el 8 de noviembre, pero que el ‘trumpismo’ como fenómeno político sobreviva a esta elección. En los Estados Unidos de hoy, las bases sociales para una política antisistema parecen estar arraigándose. La ruta del populismo es una de difícil salida.