La familia en cuestión, por Rossana Echeandía
La familia en cuestión, por Rossana Echeandía
Rossana Echeandía

Acabamos de celebrar el y ya nos vamos por otro parecido. En 1993 la Asamblea General de las proclamó que cada 15 de mayo se conmemore el . La resolución que así lo hizo tomó en cuenta la importancia que la comunidad, en cada rincón del mundo, le otorga a esta institución base y núcleo de la sociedad.

Mientras la Secretaría General de la ONU y varias agencias del sistema derrochan esfuerzos en promover en todos los campos la perspectiva de género (cuyas expresiones más radicales consideran a la familia la fuente de los problemas de la opresión de la mujer por el hombre), la Asamblea General del principal organismo internacional, que integran unos 200 países, reclaman la mayor protección y asistencia posibles a esta célula básica de la sociedad.

La resolución (47/237 del 20 de setiembre de 1993) que creó el día celebratorio reafirma que la familia es necesaria para el progreso social y para elevar el nivel de vida de las personas. También pone el foco sobre los principales instrumentos de las Naciones Unidas referidos a derechos humanos y políticas sociales, así como sobre los planes y programas de acción pertinentes de alcance mundial, destacando que en todos ellos se reclama proteger a la familia y asistirla tanto cuanto sea posible.

En esa línea, insta a los gobiernos a encarar los problemas de sus sociedades en el contexto de la familia, pues en ella se reflejan con mayor transparencia las virtudes y los defectos de las medidas de bienestar y desarrollo social que cada gobierno, precisamente, debe aplicar.

Ya desde su nacimiento, en la promulgada en 1948, la ONU expresó la urgencia de defender enfáticamente a la familia y al matrimonio. Así lo señala en su artículo 16, donde dice textualmente: “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”. 

Es decir, tanto la Secretaría General, hoy en manos de , como algunas agencias del sistema de Naciones Unidas parecen haber hecho a un lado los criterios que le dieron origen para ponerse al servicio de ideologías particulares no necesariamente apoyadas por los países que integran el organismo.

Mientras tanto, en los últimos meses, en el Perú hemos sido testigos de intensos debates acerca de parejas imaginarias y uniones civiles que quieren dar paso a nuevas formas de familia que en el fondo terminarían desvirtuándola. El debate ha sido muy expresivo y la voluntad de la mayoría de los peruanos también. Según diversas encuestas, no queda duda de que la gran mayoría de los peruanos está a favor de la familia tradicional. Pero no una ‘familia tradicional’ como la caricatura que algunos garabatean en su afán de desacreditarla.

La familia tradicional, que forman una mujer y un hombre para criar a sus hijos, también ha cambiado y no restringe a la primera a cocinar y a lavar la ropa, ni a él a ser el único proveedor. Actualmente, hombres y mujeres comparten las tareas de la casa y la crianza de los hijos. Y si hay unas u otros que optan por trabajar en el hogar, donde encuentran que es posible su mayor despliegue, están en su derecho de hacerlo. Al fin y al cabo, la familia es la pequeña comunidad donde hombres y mujeres ponen sus esfuerzos al servicio del bien mayor que son los hijos.