Feudalización, obra y robo, por Jaime de Althaus
Feudalización, obra y robo, por Jaime de Althaus
Redacción EC

Si en Lima el porcentaje de personas que votaría por un candidato que comprobadamente es un supuestamente amoral 41%, en provincias debe ser aún mayor. Comencemos constatando que esta anomia profunda se corresponde con la caída abrupta de la inversión pública en los gobiernos regionales (-8,3%) y locales (-11%) en julio, debido precisamente a los procesos anticorrupción que han paralizado la obra no solo en las regiones procesadas, sino en todas y en los gobiernos locales. Lo que significa que la máquina de inversión pública subnacional, que ejecuta alrededor del 70% de la obra pública, solo funciona con el lubricante de la corrupción. Apenas se desata una corriente de juicios en algunas regiones, todas se paralizan. Sin corrupción, nada se mueve.   

El robo, efectivamente, se ha generalizado. Y la tolerancia también. La principal razón es que los gobiernos subnacionales tienen ahora muchos recursos, pero no los han recaudado localmente sino que los han recibido del cielo de las transferencias y del canon. Esto significa que no hay una masa crítica de ciudadanos contribuyentes interesados en fiscalizar qué se hace con su dinero.  Son muy pocos los que en el interior pagan impuesto predial, por ejemplo. Solo el 30% de los ingresos de las municipalidades vienen de recaudación local, y ese 30% está concentrado en Lima. Y los gobiernos regionales no recaudan absolutamente nada.

Lo que significa que más que ciudadanos contribuyentes y exigentes, tenemos clientes de los dones del reyezuelo de turno. Que robe pero que me toque a mí algo, es la consigna. Total no es mi dinero. No me roba a mí. Tampoco hay controles institucionales, porque fiscales, jueces, auditores y policías suelen formar parte del arreglo, de la mafia.

El que menos quiere armar su movimiento para postular y apoderarse del botín presupuestal. Para hacer obra también, por supuesto, aunque sea obra ornamental. La obra es precisamente un medio para el robo.

De allí la proliferación de movimientos regionales y locales, que ha terminado de destruir a los partidos políticos. El número de movimientos regionales pasó de 49 a 140 entre el 2002 y el 2010. Para esta elección ese número se ha estabilizado, pero los movimientos están presentando mas listas para las provincias y distritos que en las elecciones anteriores y muchas más que los partidos, que, por su parte, presentan cada vez menos listas para las municipalidades pero por primera vez sí aumentan el número para las regiones, lo que quiere decir que algunos partidos están tratando de recuperar cuando menos estas últimas. Lo cierto es que el número de alcaldes pertenecientes a partidos ha bajado de 56% el 2002 a 31% el 2010, y seguirá bajando. La ausencia de los partidos del interior es cada vez mayor.

Es la feudalización política del país, que favorece el avance de las mafias de todo orden. Es urgente revertirla, pero ello demanda un conjunto orgánico de reformas: política, del Estado, de la descentralización y judicial. Los partidos deberían ser los principales interesados, pero ni la ven.