El jefe del Gabinete Ministerial y ministro de Economía, Fernando Zavala, presentó formalmente el pedido de voto de confianza en el Parlamento esta tarde. (Foto: Bloomberg)
El jefe del Gabinete Ministerial y ministro de Economía, Fernando Zavala, presentó formalmente el pedido de voto de confianza en el Parlamento esta tarde. (Foto: Bloomberg)
Marco Sifuentes

Plantear la cuestión de confianza es quizás el mayor acierto político de lo que va –y quizás de lo que quede– del gobierno de PPK. Esto no es un mérito, por cierto: la valla está bastante baja. Es una medicina administrada demasiado tarde, pero que al menos hará que el paciente pueda irse con dignidad.

Con una torpeza que sería entrañable si no resultara frívola, el régimen actual desperdició las dos lunas de miel que le concedió el destino, incluida la del fenómeno de El Niño. Un muestra: PPK tiene menos aprobación (19%) que la que tenía, a estas alturas de su mandato, Humala (43%), cuya habilidad para la política –habría que recordarlo en caso de que su prisión no fuera evidencia suficiente– se acercaba al cero absoluto.

Kuczynski no tiene ni los cuadros políticos ni el respaldo popular ni la fuerza vital necesarios para chocar con una oposición cuya única misión es el obstruccionismo.

Y aun así ha tomado la decisión correcta.

Más de una vez se ha explicado en este espacio que lo que enfrenta PPK no es una novedad ni un caso inédito en los regímenes democráticos. En el lenguaje de los estudiosos, él es un “minority president”, un mandatario sin capacidad de veto ni mayoría legislativa. El destino de un gobernante en esas circunstancias, si es que no hace nada, es la calle, su casita, el adiós. Le ha pasado a otros países. ¡Nos ha pasado a nosotros mismos! No somos tan originales.

Existen dos formas de evitar esto, también según los estudios: 1. Cogobierno. 2. Chau, Congreso. No hay más. Nunca en la historia de la política real se ha presentado una tercera vía que no sea la que conduce a la puerta de salida. Tampoco en el Perú (que vaya que hemos vivido esas dos opciones). Esto es lo real, lo que dicen los antecedentes, la forma como está estructurado el sistema.

Resulta evidente que Keiko Fujimori no está dispuesta a elegir la puerta número uno. Quizás al inicio sí. Pero como dicen los gringos, ese barco ya zarpó. Hace rato.

También resulta evidente que PPK no quería tomar la puerta número dos. Se ha pasado un año tratando de no ir por esa ruta, lo que quizás habla bien de su ánimo conciliador pero muy mal de su capacidad de diagnosticar la realidad (uno esperaría que un economista tuviera un poquito más de fe epistemológica en las advertencias de la data).

Alea jacta est. Entraron al ring. Las circunstancias son muy malas pero el oficialismo tiene la pequeña ventaja –o mejor dicho, la tabla de salvación– de que puede envolver sus actos con el ropaje retórico de una batalla por la educación. Allí hay un camino.

Mientras, el fujimorismo va a patalear y bloquear y enfrascarse en formalismos. El gobierno tendrá que insistir. Ya no le queda más. Finalmente el lorna del salón le devolvió un puñetazo al ‘bully’ matoncete. Quizás sea una pelea perdida, pero tendrá que encajar más golpes. Seguir hasta el final. Porque, después de esto, el dinero de la lonchera no será suficiente.