(Foto: Alessandro Currarino)
(Foto: Alessandro Currarino)
Federico Salazar

El presidente de la República, jefe del Estado y jefe supremo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional del Perú, acompañó a los ministros y al . Ellos estaban invitados a presentarse en la Comisión de Constitución del Congreso.

El presidente del Ejecutivo no estaba invitado, pero quiso acompañar a sus ministros. Dejó las ocupaciones de su despacho para llevarlos de la mano.

La invitación se había dado en respuesta a un reclamo del presidente del Consejo de Ministros, Salvador del Solar. El 8 de mayo, en rueda de prensa, Del Solar puso énfasis a “nuestro pedido reiterado de que atendamos las prioridades que el país necesita, como lo es la reforma política”.

En respuesta a este “pedido reiterado”, la Comisión de Constitución invitó al ministro Del Solar y al de Justicia, Vicente Zeballos, para el 21 de mayo.

Los ministros llegaron al Parlamento no para hablar, sino para decir que no iban a hablar. Y, como ya sabemos, lo hicieron con la compañía del hermano mayor, el presidente de la República del Perú.

“Invítame para ir y darme la vuelta” es, más o menos, el resumen de lo gestionado por Salvador del Solar.

Un gesto. Eso ha sido la aparición en el Congreso de estos representantes del Poder Ejecutivo: ir, darse la vuelta y mostrar las espaldas.

“Un gesto de protesta”, ha confirmado el presidente del Consejo de Ministros. Y sobre el presidente en este ejercicio de gestualidad, ha dicho que “tiene completo derecho de acompañar a sus ministros” y a decir “quiero acompañar este gesto de protesta”.

La explicación deja mal parado al mandatario. El presidente no necesita marchar al Congreso a protestar. Basta con que declare o remita un escrito.

Tiene derecho, por supuesto, pero también tiene derecho a pasear por la plaza San Martín.

Si no hubiera nada que hacer en el , podría resultar entretenido ver estas gimnasias gestuales.

Las comisarías no atienden las denuncias de niñas desaparecidas (como en Andahuaylas) y las mafias toman las calles para sus vendettas (Barrio King). La delincuencia campea y no hay persona segura en las calles. El agua se tramita por ocho o diez años, sin resultado (como en Carabayllo) y las tuberías de las empresas estatales revientan e inundan de desagüe las casas y propiedades de los ciudadanos (como en San Juan de Lurigancho). Las obras se paralizan (Vía Expresa) y las inversiones se rechazan (Tía María).

No causa gracia, entonces, ver a los ministros y al presidente dedicando su tiempo a hacer fintas y poses. El Congreso, por supuesto, es un desastre. Justamente por eso no se requiere a alguien que se ponga a su nivel, sino a alguien que se ponga a nivel de estadista.

La relación de los poderes del Estado es triste. Por ambos lados. Si un niño se atrasa en una tarea que le encargo, ¿debo ir a “pecharlo” y a decirle que no voy a ir a su fiesta de cumpleaños? ¿O debo responder como un adulto?

Quizá este Congreso se merezca un teatro como el armado por estos actorazos del Ejecutivo. El país, sin embargo, no se merece semejante exhibición de infantilismo y pataleta.

Ojalá surja algún liderazgo desde alguno de los poderes del Estado. Necesitamos una voz adulta que ponga en orden las cosas. Hay que buscar. Ya sabemos que ni en el Legislativo ni en el Ejecutivo encontraremos lo necesario.

Nota del autor:

En mi artículo “Los santos del Congreso”, del 12 de mayo pasado, atribuí indebidamente a la congresista Úrsula Letona la intención de usar el principio de presunción de inocencia para que no se investigue a Héctor Becerril sobre el caso de los audios-CNM. No puedo suponer o imaginar las intenciones de ninguna persona. Me corrijo en los alcances de esta afirmación; no, por supuesto, en la tesis de mi artículo. La congresista Letona, debo decirlo, ha mostrado interés en investigar a su colega en la Comisión de Ética, por el caso del soborno-municipio de Chiclayo.