(Foto: AP)
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Por primera vez desde que el chavismo llegara al poder en 1999, la oposición venezolana tiene una verdadera oportunidad de recobrar la vida democrática para su país. De la mano de , un político joven, pero decidido, audaz e inteligente, el pueblo llanero deberá hilar muy fino para lograr la libertad, tan ansiada por millones fuera y dentro del país.

Los escenarios que enfrenta son, en esencia, cuatro: el primero es que y su cúpula retengan el poder; el segundo es que la oposición destrone al régimen bajo un acuerdo que garantice ciertos beneficios para la cúpula; el tercero es parecido al segundo (que la oposición salga victoriosa), pero sin acuerdo; y el cuarto es que se produzca un golpe militar. Por supuesto, dichos escenarios pueden producirse bajo algunas variantes, pero son, en líneas generales, los más visibles por ahora.

Para que el primero se viabilice, el régimen debe actuar con la crueldad y prepotencia cubana; léase, deberá buscar la manera de neutralizar (incluso, eliminar) a Juan Guaidó, y si para ello debe correr sangre, pues lo hará. Cuba, recordemos, lleva 60 años bajo una de las más sanguinarias dictaduras de la historia, que se consolidó bajo una crueldad sin límites, empobreciendo la vida de millones, asesinando a los líderes y opositores, cercenando la prensa y todo tipo de libertades. Y, como sabemos, mucho de lo que pasa en Venezuela se decide en la isla. Así las cosas, no debería sorprendernos un desenlace por dicha ruta.

En el segundo y tercer escenario, la derrota del régimen requiere múltiples acciones tanto internas como externas. Lo principal es cuidar al caudillo; sin un liderazgo fuerte y creíble, la oposición se desmoronaría nuevamente. Luego se requiere consolidar, poco a poco, el gobierno de transición encabezado por Guaidó, y para ello las acciones internacionales son claves, tanto en lo económico como en lo político. La caída de Maduro requiere que las fuerzas armadas, o bien den un giro, o bien se fragmenten, y ello puede producirse por dos vías: que se agoten los recursos a disposición (en esto son claves Estados Unidos, pero también China y Rusia, que tienen cuentas por cobrar); o que una facción importante decida parar la barbarie.

Finalmente, siempre puede producirse un golpe militar que busque, o bien mantener a la cúpula chavista del ala militar en el poder, o bien servir como un espacio de transición mientras las cabezas buscan su exilio o tratado local. Este escenario, por supuesto, también podría ser impulsado desde La Habana, toda vez que Maduro es un líder precario (jurídicamente hablando) e intelectualmente limitado.

Si las cosas se desenvuelven a favor de la dictadura chavista, va a tomar mucho tiempo para que se presente una nueva esperanza de libertad. Como en Cuba, de tanto asesinar y reprimir, la dictadura logra desaparecer –eventualmente– la esperanza. Sesenta años después de liderar un régimen oprobioso, sanguinario y cruel, a los líderes cubanos se los recibe hoy por el mundo como importantes dignatarios, cuando solo representan los intereses de la cúpula militar y política local.

Si, por el contrario, las cosas se consumaran a favor de la oposición chavista, pues tendrán igual un largo camino de reconstrucción política, económica y social. Detrás del chavismo quedará un país fraccionado, militarizado, empobrecido y muy violento.