El hambre obscena de los otros, por Jorge Ruiz de Somocurcio

En el tiempo que le tome leer esta columna, habrán muerto más de 20 personas en el mundo por desnutrición. Ese es el modelo de civilización que nos ha tocado.

Aproximadamente 1.400 millones de personas en el planeta son extremadamente pobres. De ellas, 17 mueren por inanición cada minuto.

Martín Caparrós, periodista y escritor argentino, acaba de publicar “El hambre” (Editorial Planeta, 2014). Se trata de un documentado estudio de esa condición infrahumana, luego de recoger testimonios en África, India, Estados Unidos y Argentina.

En África, hay 400 millones de personas desnutridas. En Bombay, la urbe más poblada de la India y una de las megaciudades del planeta con casi 15 millones de habitantes, un tercio de los niños están desnutridos.

La tesis es simple. La Tierra produce alimentos suficientes para alimentar a toda la población mundial y 4 mil millones de personas más, pero la mitad de esa comida se bota porque es negocio y porque el mundo está organizado así. No es el hambre el que mata, sino la vulnerabilidad que produce al volver indefensa a una persona. 

Afirma Caparrós: “en los países ricos, el consumidor habitual gasta menos del 10% de sus ingresos en comida y en los países pobres hay más de 2.000 millones de personas que gastan en comer entre 50% y 80% de sus ingresos: un pequeño aumento de los precios los condena al hambre”.

El hambre además va acompañada de condiciones indignas de vida. Falta de agua, desagüe, energía, recojo de basuras, un techo seguro.

Y no es que en el mundo no haya salidas financieras. Bastaría, según James Tobin, con aplicar una tasa que puede ir desde US$5 por la venta de cada computador hasta el 1% por la venta de autos nuevos que valen más de 30 mil dólares. Pero habría que construir una nueva ideología frente a la actual, que admite impunemente la existencia de una quinta parte de la humanidad sin futuro.

“¿Cuánto tiempo que no hay un movimiento con un nombre propio? Uno que no remita a los de enfrente. Que no sea anti. Que no esté indignado por lo que hacen otros. Sino uno que proponga: que tenga algo que proponer y lo proponga” dispara Caparrós en las páginas finales de su libro.

¿Será el Perú una excepción? Hay 25% de pobreza. Más de 7 millones de personas de las cuales por lo menos la mitad pasan hambre en el campo y las ciudades.

Ahora que el nuevo derrotero para Lima los próximos 4 años parece marcado por la gestión del transporte o la seguridad, vale la pena preguntar por ese millón de limeños que no tiene para pagar el pasaje del Metropolitano.

Son pocos los alcaldes de Lima que han hecho suyo el problema de la pobreza. Alfonso Barrantes consiguió la ley del vaso de leche, alimento básico para niños pobres. Alberto Andrade mejoró las condiciones de vida de más de 30 mil comerciantes callejeros, hoy pequeños empresarios, y Castañeda  con los hospitales de la Solidaridad logró acercar la salud a familias de bajos ingresos. Aunque la pobreza no aparezca en la agenda municipal, enfrentarla es insoslayable.