(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Roberto Abusada Salah

Dentro de dos días se anunciará el dato del crecimiento de abril, y nuevamente sabremos que, por tercer mes consecutivo, la economía creció menos de 1% con respecto al mismo mes del año pasado (el resultado probablemente esté más cercano a cero). Evidentemente, cualquier tasa de crecimiento tan baja resulta en una caída del producto per cápita, ya que la población crece más que el 1% por año.

A pesar de la baja cifra de abril, el Banco Central de Reserva (BCR) predice que el crecimiento en el segundo trimestre será igual al del primero (2,1%), lo que implicaría que la economía se aceleró en mayo y que también lo hará en junio. En efecto, existen varios indicios de que esto es correcto. Pero aun si la predicción del resultase cierta, la aceleración durante la segunda mitad de este año tendría que ser sustancial para llegar a la meta oficial de 3% a la que aspira el gobierno. Si bien creo que es difícil llegar a esa meta, lo importante es saber si ya podemos avizorar una recuperación, es decir, si hemos, en efecto, tocado fondo.

La causa inmediata de la parálisis que vive la economía peruana es la prolongada caída en la . La primera viene cayendo sostenidamente en los últimos tres años y, en el primer trimestre del año, su evolución volvió a ser negativa (-5,6%); y la segunda cayó de manera estrepitosa durante los tres primeros meses del año (-16%). La buena noticia es que en el segundo trimestre la caída parece haberse detenido y es muy probable que crezca fuertemente en los dos últimos trimestres. Aunque parece difícil alcanzar el 15% que se propuso el gobierno, es muy probable que este cambio de tendencia, sumado al inicio de las obras de reconstrucción, termine produciendo un crecimiento del orden del 10% en la inversión pública. Sin embargo la inversión pública representa solo la quinta parte de la inversión total, por lo que ese aumento contribuirá únicamente alrededor de medio punto porcentual al crecimiento de este año. Después de haber tocado fondo, la economía podrá volver a crecer solo si se propicia un fuerte aumento de la inversión privada en todos los sectores de la economía, particularmente en minería, hidrocarburos e infraestructura.

Los proyectos paralizados que se heredaron del gobierno anterior fueron vistos por el gobierno del presidente Kuczynski como la gran cantera donde se encontraría ese impulso de inversión que terminaría con la desaceleración que se inició a fines del 2013. La experiencia en lo que va del gobierno ha demostrado lo difícil que ha sido destrabar proyectos en medio de la infranqueable barrera burocrática creada por la administración pública durante los últimos años. Consciente de este grave problema, escribí en este mismo espacio dos días antes de iniciarse el presente gobierno: “No pasará mucho tiempo después de iniciado el gobierno para que el presidente y muchos de sus ministros descubran que el timón con el que pensaban dirigir la nación ha sido desconectado de las ruedas del Estado”. Esa desconexión es reflejo, entre otras cosas, de nuestra debilidad institucional. A pesar de poner en marcha una buena reforma regulatoria bajo la autoridad de las facultades delegadas, la burocracia con la contraloría a la cabeza ha seguido haciendo de las suyas. Otros hechos, como la derogación del decreto legislativo que facilitaba las expropiaciones para acelerar los proyectos, han añadido una dificultad más.

Para graficar el enorme impacto en el crecimiento que tiene la parálisis de la inversión, el Instituto Peruano de Economía (IPE) ha identificado 32 proyectos de infraestructura concesionados y 8 proyectos mineros (entre ampliaciones y nuevas minas con estudio de impacto ambiental aprobado), y ha calculado el tiempo normal de ejecución de dichos proyectos. La inversión anual así identificada alcanza la suma de US$5.769 millones de dólares; US$1.688 millones en proyectos de infraestructura y US$ 4.081 millones en minería.

Estas inversiones aumentarían la inversión total del país en alrededor del 13% con un impacto equivalente a 2,8 puntos adicionales de crecimiento para este año. En otras palabras, en lugar de un probable crecimiento del 2,7%, la economía estaría creciendo 5,5%. Este es un estimado conservador ya que excluye los efectos multiplicadores que tal aumento en la inversión tendría en el resto de la economía.

Estaríamos hablando de tasas de crecimiento impensables en las actuales circunstancias, pero el ejemplo ilustra de manera dramática el costo social en que incurre toda la sociedad cuando se carece de niveles mínimos de eficacia administrativa y criterios fundamentales de concertación política.