Bullard tiempo
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Richard Webb

Leyendo historia y más historia me asalta una duda. Lo que cada autor revela, ¿es en realidad un suceso que ya fue? El lujo de detalle y el sustento en aceptadas teorías sociales hacen verosímil cada versión, que sería entonces una foto del pasado. Presentando la quinta edición de su historia de la República, explica que hacer historia contribuye a la maduración nacional. Tomar conciencia del pasado, dice, es una forma de aceptar, precisamente, que ese pasado ya pasó. Y que lo que corresponde ahora es aceptarlo “como carga de gloria y de remordimientos”. Algo así como la terapia del psicoterapeuta, cuando nos hace revivir el recuerdo. ¿Pero, tendría efecto el tratamiento si el paciente reinventa su historia en cada visita?

Uno de los eventos más impactantes para la historia universal ha sido la revolución industrial que se inició en Gran Bretaña durante el siglo XVII. Desde entonces, no ha parado el proceso de continua innovación tecnológica y sigue transformando el patrón de vida de la mayor parte de la humanidad. El proceso de innovación se extendió a otros países, primero en Europa y Estados Unidos, y luego a casi todo el resto del mundo, elevando la productividad, la residencia urbana, y los niveles de salud y de ingreso de la humanidad. ¿Pero, cómo empezó tamaña revolución? ¿Por qué en Gran Bretaña, y en esa fecha? Existen historias que explican el fenómeno desde hace más de dos siglos, aprovechando excelentes bases documentales. Sorprende entonces que hoy, en el siglo XXI, se presenten historias alternativas de esa revolución, nuevas “fotos” que echan por tierra las explicaciones anteriores.

Las primeras teorías de la repentina innovación británica resaltaban el efecto inesperado de una abundancia de carbón y escasez de mano de obra en Inglaterra, creando una desventaja frente a las fábricas de la India donde abundaba la mano de obra. Este estilo de explicación, donde la innovación empieza inducida por desventajas económicas y se vuelve luego una práctica continua, se ve hoy retada por teorías más sociológicas, que buscan una explicación en el siglo de la Ilustración, que creó una cultura científica y redujo las barreras psicológicas a la innovación tecnológica. En todo caso, a pesar de los siglos transcurridos, en menos de dos décadas del nuevo siglo han aparecido numerosas nuevas “historias” del evento quizás más importante de la vida humana.

Otro fenómeno que removió al mundo fue Hitler, por lo que se entiende la abundancia de historias que han intentado recontar y explicar su aparición, su monstruoso racismo, y su papel extraordinario en la historia del siglo XX. El volumen de obras explicativas es tan grande que se ha pasado ya a un segundo nivel de la historiografía, la “historia de las historias de Hitler” de John Lukacs, obra que nos da pistas para entender cómo se transforman o retocan las “fotos” que ofrece cada historiador.

En mi vida he sido testigo directo de otro proceso de revisionismo, en este caso las teorías e historias derivadas que pretenden explicar el desarrollo económico en el Tercer Mundo. Como estudiante me enseñaban que el ahorro y la inversión eran lo central. Esta tesis fue transformada en historia por Walt Rostow quien demostró que el “despegue” de los países principales de Europa se había dado solo cuando la inversión superaba el 15% del ingreso nacional. Se reconocían otras causas del desarrollo, pero la clave era una, el ahorro. Desde ese inicio de simpleza tajante, la teoría del crecimiento ha venido complicándose, especialmente con el reconocimiento de factores sociológicos como son la cultura y las instituciones, y otros factores que elevan la eficiencia y la productividad. Hoy, la receta para el desarrollo se resume en el Índice de Competitividad que elabora el Foro Económico Mundial y que incluye nada menos que 98 indicadores, cada uno de los cuales se considera importante para el crecimiento económico. ¡Tamaña complejidad para los historiadores que buscan explicar el retraso o desarrollo de su país!

Vaticino nuevas “historias” del desarrollo peruano. La reinvención tendrá en cuenta las nuevas teorías, pero también las nuevas realidades y preocupaciones. De hecho, el milenio ha traído una sorpresiva energía en el frente de la historiografía de la economía, y con una apertura a nuevas ideas. La toma de conciencia del pasado se viene produciendo, aunque más que aceptar los hechos que han “pasado”, como pedía Basadre, los historiadores siguen revisando y reinventando ese “ya fue”.