“House of Cards”, por Rossana Echeandía
“House of Cards”, por Rossana Echeandía
Rossana Echeandía

Ya viene la cuarta temporada para revelarnos las maniobras de Frank Underwood y su mujer, Claire, en el ejercicio del poder. Hasta aquí, quienes seguimos la popular serie habíamos acompañado, comiéndonos las uñas, el turbio camino de esa pareja presidencial para sacar del camino a quien osara cruzarse con ellos. 

Al final de la segunda temporada, eso le pasó al presidente, quien, agobiado por una serie de escándalos, es reemplazado por Underwood. Ahora Frank ocupa el escritorio de la Sala Oval, pero vienen las elecciones y quiere más: ser elegido por los votos de la gente.

Y mientras eso ocurre en la ficción de “House of Cards”, en el Perú real vivimos nuestra propia elección con candidatos que en nada se parecen a los protagonistas de la serie, pero vaya uno a ver cuánto realmente se parecen. Al menos parece que se parecen.

Tenemos de todo: un candidato que sigue en carrera pese a los graves plagios que se le han comprobado, otro que continúa aun cuando las irregularidades de su inscripción son evidentes; otros más que sufren por la deserción de quienes saltan apurados del barco antes de que se hunda. El famoso brasileño Luis Favre dejó plantado a César Acuña y el cubano Mario Elgarresta fue despedido por PPK. 

En el partido de PPK, además, los enfrentamientos internos son aireados afectando la candidatura de quien estuvo en lo que parecía un sólido segundo lugar en las encuestas y hoy se desmorona, entre otras cosas, gracias a un Carlos Bruce que hace gala de deslealtad al revelar las miserias de quien fue su mentor (Alejandro Toledo). 

A algunos les cae a pelo lo que dijo Underwood en un pasaje memorable de la segunda temporada: “El camino hacia el poder está cimentado a base de hipocresía y víctimas. Nunca hay que arrepentirse”. De terror.

A pesar del sombrío panorama, las reflexiones de un hombre que ya es parte de la historia, José Agustín de la Puente Candamo (93), en interesante entrevista publicada ayer en El Comercio, devuelven el optimismo; un optimismo sereno y responsable, eso sí.

Para el notable historiador, este “es un momento muy interesante para pensar en el Perú, no quedarnos en la lucha entre uno y otro o las anécdotas. Hay que pensar cómo llega el Perú al día de hoy a través de muchas elecciones con distinto estilo, personas y carácter. Han sido procesos que han moldeado nuestro país”. 

Parece difícil que los candidatos se den ese tiempo para pensar en el Perú y dejar de lado la lucha entre uno y otro y las anécdotas. Ojalá lo hicieran.

De la Puente señala también que “el interés por la vida del Estado está en crisis” y agrega que el origen de ese desorden está en quienes “crearon el falso dilema de tener que escoger entre el interés profesional o el servicio”, cuando “ambos pueden ser compatibles”. 

Es más, remarca que “servir al país no es un acto bonito, es una obligación”. Un dardo directo al centro de cada uno, en el día a día personal, pero de manera especial al de los candidatos que hoy batallan por un lugar tan destacado para conducir el Estado: servir al país es una obligación.

A quienes hoy corren esta carrera les vendría bien ver cómo comienzan y cómo terminan los gobernantes. Si el servicio que brindan no está a la altura de las necesidades del país y de la dignidad de las personas, todo puede derrumbarse como una ‘house of cards’, es decir, como un castillo de naipes.