"Uno legítimamente podría preguntarse a qué venía esta ‘detour’ gastronómica del responsable del MEF cuando el tema en discusión eran los precios de nuestra economía y las remotas posibilidades de que llegasen nuevas inversiones extranjeras al país" (Ilustración: Víctor Aguilar).
"Uno legítimamente podría preguntarse a qué venía esta ‘detour’ gastronómica del responsable del MEF cuando el tema en discusión eran los precios de nuestra economía y las remotas posibilidades de que llegasen nuevas inversiones extranjeras al país" (Ilustración: Víctor Aguilar).
Mario Ghibellini

¿Anda usted preocupado por el precio del dólar? ¿Lo alarma el hecho de que la proyección del BCR sobre el crecimiento de la inversión privada en el 2022 sea 0%? ¿Tiene la impresión de que la demora del Gobierno en decidir si Julio Velarde se queda en la presidencia del directorio de ese mismo organismo es un síntoma de que la estabilidad monetaria del país pende de un hilo? Pues el ministro , cantarín y rumbero como es, parece dispuesto a recitarle esa famosa línea de Juan Luis Guerra que dice: “tranquilo, Bobby, tranquilo”.

Recién llegado del viaje en el que acompañó al presidente Castillo por México y Estados Unidos, el titular de Economía, en efecto, concedió una entrevista a RPP en la que señaló que él le diría al ciudadano agobiado por todas esas angustias que el dólar va a bajar y que el empleo va a ir mejorando sostenidamente. La gira, daría la impresión, le ha permitido adquirir una perspectiva sobre la situación local a la que nosotros, con los ojos enrojecidos de tanto forzarlos sobre las minucias de esta realidad ingrata, somos incapaces de acceder. Eso, por lo menos, es lo que se desprende de sus palabras.

–Serenísima república–

“Adentro se habla mucho de la intranquilidad, la incertidumbre, las dudas; [pero] afuera, el apetito por comprar papeles peruanos sigue totalmente fuerte”, sentenció, por ejemplo, el ministro durante la entrevista. Y luego añadió: “La percepción que tienen afuera del Perú es bien distinta y mucho más positiva de lo que se puede leer acá en algunos medios”. Al parecer, pues, vivimos en una especie de versión criolla de la serenísima república de Venecia, solo que no nos damos cuenta.

Para rematar el efecto relajante de su discurso, además, Francke compartió con la audiencia su “mejor experiencia” durante el viaje. “Comí huevos de hormiga”, reveló con desbordante entusiasmo, ante una demanda de su entrevistador –el colega Jaime Chincha– sobre las reflexiones que podría haberle inspirado la gira. “Son ricos, los recomiendo”, agregó. Para finalmente anotar que la reflexión que derivaba del episodio es que el mundo es grande y diverso, “y uno tiene que estar abierto a nuevas experiencias”.

Y la verdad es que los escamoles –tal es el nombre del platillo que precipitó al ministro a las profundidades del conocimiento del alma humana– gozan de gran popularidad en México, donde los comen en mantequilla o con jitomates. Pero uno legítimamente podría preguntarse a qué venía esta ‘detour’ gastronómica del responsable del MEF cuando el tema en discusión eran los precios de nuestra y las remotas posibilidades de que llegasen nuevas inversiones extranjeras al país. ¿Mera maniobra de distracción para salir de un terreno minado? Podría ser… Pero también cabe hilar más fino y leer entre líneas una sugerencia suya para capear el hambre que se nos viene.

Pensemos: ¿quién no conoce un lugar cercano a su casa donde los insectos en cuestión pululen y sus huevos puedan ser cosechados gratuitamente y en abundancia? Y fíjense que hablamos de un alimento que no solo es rico en proteínas y aminoácidos, sino que podría ser fácilmente adaptado a la cocina peruana. Desde ya, son de imaginar las fusiones de maravilla que nuestros afiebrados ‘chefs’ podrían inventar a partir de ese insólito ingrediente: escamoles a la huancaína, solterito de escamol con sus habas y su queso fresco, y hasta carapulca de huevitos de hormiga “con su sopa seca más” para los que quieran ir a vacunarse a Chincha… No, si ya se nos hace agua la boca de anticipar los sabores que esta nueva experiencia podría depararnos.

–Julio en diciembre–

Dicho todo esto, sin embargo, en esta pequeña columna seguimos pensando que hay determinados asuntos relacionados con la situación económica actual que el ministro Francke haría bien en abordar de manera menos distendida. Ya sabemos, por ejemplo, que la proyección de crecimiento de la inversión privada para este año es de 24%. Pero cuando se interroga al titular del MEF sobre las perspectivas para ese mismo tipo de crecimiento en el 2022, él insiste en celebrar lo auspicioso de la cifra de este año.

Por otro lado, cuando se le pide explicaciones sobre su afirmación de que la asamblea constituyente no forma parte del plan general del Gobierno, él simplemente ignora la recolección de firmas que el oficialismo realiza delante de sus ojos y decreta que, como el premier Bellido no mencionó el punto en su presentación inicial ante el Congreso, la iniciativa no existe.

Por último, cuando se le recuerda que la postergación de la ratificación de Velarde en el BCR genera dudas acerca de la voluntad del Gobierno de proceder en ese sentido, él se limita a recitar la equívoca fórmula “está dicho que él se queda” y asevera que la cosa estará resuelta en “el próximo par de semanas, a lo más”. Esto es, que Julio será confirmado en octubre… o en diciembre quizás.

En honor a la verdad, pues, las respuestas de Francke dejan el sabor de que, en lugar de ir a pedir facultades al Congreso para imprimirle al sector a su cargo la dirección que desea, tendría que ir a arranchárselas a Cerrón o a Bellido. Y mientras eso no ocurra, lo único que el ministro tendrá para ofrecernos será su peculiar versión de los escamoles.