Ollanta Humala y Nadine Heredia fueron excarcelados el último lunes. (Foto: AP)
Ollanta Humala y Nadine Heredia fueron excarcelados el último lunes. (Foto: AP)
Fernando Rospigliosi

En un reciente libro César Humberto Cabrera desarrolla una nueva interpretación del fracaso del proyecto minero Conga en el 2011-2012, en ese momento la más grande inversión privada en el Perú.  

Según el autor, lo que pretendían Ollanta Humala y Nadine Heredia era sacar adelante la mina pero, por razones estrictamente políticas, con un nuevo esquema. De esa manera se diferenciarían de su antecesor y probable rival en las elecciones del 2016, Alan García, y a la vez tratarían de conservar el electorado izquierdista que los había llevado al poder, engatusándolo con la historia de que ese era un proyecto distinto, no la minería que Humala candidato había criticado en su campaña electoral.  

La premisa es, por supuesto, que la pareja se había entusiasmado desde el comienzo con la reelección conyugal y trataría de imitar a Cristina Fernández de Kirchner, que sucedió a su marido en el gobierno en Argentina.  

A través de casi 500 páginas, Cabrera, alto funcionario de Yanacocha –la empresa dueña de Conga– durante los sucesos relatados, desarrolla una documentada historia de los acontecimientos que llevaron a la paralización de la mina cuya construcción ya había empezado y en la cual laboraban miles de trabajadores.  

Conga. Cuando Humala y Heredia paralizaron el desarrollo del cinturón de cobre del norte del Perú” señala también los devastadores efectos que tuvo el colapso de Conga sobre otros grandes proyectos mineros en Cajamarca –Michiquillay, Galeno, La Granja y Cañariaco– que de haber prosperado, podrían estar produciendo aproximadamente 1,4 millones de toneladas de cobre adicionales, un incremento de 60% sobre la producción actual. 

Según Cabrera, cuando Gregorio Santos, entonces militante de Patria Roja, asumió el Gobierno Regional de Cajamarca en enero del 2011, quería demostrar que los izquierdistas podían desarrollar una gestión eficiente y para eso necesitaba del canon minero y el apoyo de Yanacocha. Así, durante los primeros meses de su mandato, mantuvo una buena relación con la empresa y se distanció de los que el autor denomina antiextractivistas, liderados por Marco Arana y el ex emerretista Wilfredo Saavedra. 

Santos había respaldado activamente a Humala en las elecciones del 2011, luego de que este lo visitó en Cajamarca y le ofreció todo su apoyo en caso de convertirse en presidente. Pero cuando Humala y Heredia estuvieron en Palacio de Gobierno, su actitud hacia Santos cambió radicalmente. Lo ningunearon sistemáticamente, no respondieron sus solicitudes para reunirse, lo dejaron fuera de los encuentros para tratar el caso de Conga cuando ya habían empezado las protestas, le negaron el respaldo presupuestal a sus proyectos, etc. 

De esa manera, a fines del 2011 –según Cabrera– lo echaron a los brazos de los antiextractivistas que eran una pequeña minoría pero que ya estaban impulsando movilizaciones contra Conga, manifestaciones que no se habían producido antes a pesar del proceso para la aprobación del estudio de impacto ambiental (EIA) y del inicio de la construcción de la mina. 

“Fue la intervención de la pareja presidencial –dice Cabrera– la que empujó a Santos, que estaba por cumplir su primer año de gobierno, a darle impulso a movilizaciones y huelgas que fueron el escenario en el que Humala y Heredia consideraban que podían paralizar temporalmente la construcción”. 

Es decir, trataron de usar a Santos para suspender el proyecto, al mismo tiempo que lo dejaban fuera de juego, para luego ellos convertirse en los autores de una nueva forma de relacionarse con la minería. La estrategia de la pareja “había sido eminentemente política. Intentar transformar Conga en un nuevo proyecto [...] como parte del proceso de construcción de su imagen como auténticos representantes de los intereses de la población, no de las transnacionales”. 

Al final, a los aviesos pero torpes aprendices de brujo todo les salió mal, perdieron el control de la situación y liquidaron la más grande inversión minera que existía en el país, arrastrando al abismo otros proyectos. 

El sugerente libro de Cabrera debería dar lugar a un debate para no repetir los mismos errores. La inversión minera, que fue el motor del extraordinario crecimiento del Perú durante una década, que a su vez permitió reducir significativamente la pobreza, se ralentizó desde el desastre de Conga y todavía no se recupera, a pesar de los buenos precios de los metales. 

Sin duda, un obstáculo importante son los conflictos sociales y, en este campo, las señales que hasta ahora viene dando el nuevo gobierno no son alentadoras.