Alberto Fujimori se pronunció hoy sobre el autogolpe de Estado que perpetró el 5 de abril de 1992, hace exactamente 25 años. (Foto: El Comercio)
Alberto Fujimori se pronunció hoy sobre el autogolpe de Estado que perpetró el 5 de abril de 1992, hace exactamente 25 años. (Foto: El Comercio)
Fernando Vivas

Está clarísimo. Fernando Rospigliosi, que es un analista sagaz y buen amigo de Carlos Basombrío, lo ha dicho de muchas formas: solo el indulto a Fujimori podría salvar la cabeza de Basombrío (y la de Vizcarra, si el fujimorismo se pone trejo) en sus próximas interpelaciones. Solo conjurando el fantasma que el propio Ejecutivo invocó (a través del presidente y de Carlos Bruce) podremos salir de este trance autodestructivo al que nos estamos encaminando con peruana indolencia.

La torpeza oficialista nos ha colocado en este dilema de gobernabilidad versus impunidad. Yo apuesto por la gobernabilidad, o sea, al indulto; pero, ojo, queridos e ilustres amigos caviares, ¡no me acribillen aún! Tiene que haber un pacto. PPK tiene que hablar con Keiko Fujimori para preguntar, primero, si realmente desea a su padre suelto en plaza y, segundo, para establecer con qué condiciones y plazos podría indultar. Si el indulto es una gracia, debe ser correspondida por otra gracia.

¿Cuál sería? Interpelar sin censurar. Es obvio. Que el fujimorismo luzca capacidades fiscalizadoras técnicas, que concilie mostrando a la vez fuerza y templanza. Esa sería la nobleza que se espera de quien recibe una concesión histórica (¿han visto cómo Luz Salgado promueve el indulto con ahínco, y hasta contó que Zavala y Keiko se han ‘whatsappeado’? Es que no quiere presidir un Congreso patéticamente censor).

Por supuesto, hay algo que atemoriza al entorno de PPK. El indulto, aunque no borra los delitos (solo perdona la carcelería), sería una señal indulgente ante los crímenes de Alberto Fujimori. Por eso, como un pacto secundario con el reo, PPK tendría que obtener de él el compromiso de un perfil bajo. De más está que le exija un mea culpa, porque eso solo se lo puede dictar su propia conciencia y ella, me temo, está extraviada en la glorificación de los logros de su gestión y el negacionismo de las barbaridades que cometió con Montesinos.

La propia Keiko agradecería ese perfil bajo. No puedes excarcelar a quien presumes que, a las pocas horas, va a desafiar a la institucionalidad que lo detuvo, lo juzgó y lo condenó. Además, tendría que quedar claro que Fujimori, aun indultado, puede afrontar el par de delitos que el Poder Judicial chileno autorizó a inicios de este año, en una ampliación de su extradición.

PPK ya haría bastante con dar el indulto. Corresponde a los Fujimori –papá, hija mayor e hijo menor– agradecer y pasar a la política constructiva. Si no pueden manejar las pulsiones políticas en familia, ya pues, no le compliquen la vida a su bancada ni, de rebote, al país. Indulto sí, con dolor y con afán reconciliador. Pero tras un pacto de nobleza. Si no lo hay, no he dicho nada.