¿Integración en el horizonte?, por Carlos Meléndez
¿Integración en el horizonte?, por Carlos Meléndez
Carlos Meléndez

Hace dos semanas, políticos, empresarios, militares, académicos y periodistas de Chile y el Perú se reunieron en Lima para darle continuación a una iniciativa que anima una “agenda de futuro” compartida. Este V Encuentro Binacional –promovido por IDEA Internacional, la Fundación Friedrich Ebert y la Fundación Chile 21–  fue el primero después del fallo de La Haya y acertó entre sus asistentes un ambiente de alivio, satisfacción y optimismo. Pero, más allá de las buenas intenciones, ¿es posible un norte común con el país sureño?

En materia de integración, las sociedades parecen avanzar más rápido que sus políticos. A pesar de las tensiones por políticas de ambos estados, las inversiones privadas (desde transnacionales hasta pymes) fluyeron más rápido que los acuerdos diplomáticos. La zona de frontera es un eje económico estratégico del subcontinente, y la migración peruana en Chile ha evolucionado de la marginalidad a un creciente protagonismo. Con estos antecedentes, la Alianza del Pacífico (AP) aparece como el marco perfecto para desarrollar significativas sinergias económicas y geopolíticas.

Sin embargo, considero que existen dos grandes obstáculos que empañan el horizonte. Primero, el tamaño del sector informal en las economías y su proclividad a cruzar los límites internacionales. Los países de la AP, exceptuando a Chile, tienen las tasas más altas de informalidad en el continente, y ello podría agudizarse según el diseño de la integración económica (los procesos costo-beneficio, en su empeño por aumentar la productividad y competitividad, generan subcontratación y fuerza laboral precaria). Los resultados pueden ser negocios lucrativos y mano de obra sin derechos. Una integración con desafección entre las clases trabajadoras adolece de legitimidad.

Segundo, el surgimiento de autoritarismos subnacionales es un riesgo potencial para la integración binacional. El Perú se encamina a un nuevo tipo de inestabilidad política, proveniente de los gobiernos regionales (un by-product negativo de la descentralización). Zonas sensibles a la incursión de poderes ilegales (por ejemplo: el contrabando en las fronteras) son más proclives a la penetración política de mafias. Aunque para algunos –como el economista Elmer Cuba– se trata de problemas nacionales que no afectan la cooperación con Chile, estas zonas económicas estratégicas pueden terminar bajo dominio de intereses perversos. ¿Acaso los obstáculos a la inversión minera en Cajamarca no provienen de los intereses políticos de sus gobernantes regionales? ¿Qué pasaría si esta lógica de autoritarismo regional se profundiza en jurisdicciones fronterizas (como ya sucede en Tumbes) o puertos estratégicos (Chimbote en Áncash)? Estos indicios avizoran consecuencias que pueden escalar y perjudicar a economías más conectadas entre sí.

La voluntad política de sendas élites es una condición indispensable para una cooperación binacional que aproveche las virtudes de cada país. Al mismo tiempo, no debe estar disociada de la identificación de amenazas que puedan potenciarse a consecuencia de una economía internacional más fluida. Problemas estructurales de las sociedades (informalidad) y de la política sin partidos enraizados (feudos regionales) no se resuelven en piloto automático ni bajo el tratamiento unidimensional (economicista) de la integración. It’s [not only] the economy, stupid.