Llevándolo al mundo empresarial, desaprender cuesta, y mucho.
Llevándolo al mundo empresarial, desaprender cuesta, y mucho.
Luciana Olivares

Hace unos días, en una convención de en San Francisco, Amin Toufani, chair en Finanzas y Economía en Singularity University –graduado de Stanford y Harvard– le preguntaba a las 3.000 personas que constituíamos su audiencia qué puede ser más importante que el (conocido en inglés como IQ) en las personas.

Entre murmullos (la típica cuando susurras la respuesta porque no quieres quedar como burro frente al expositor), varios dijimos EQ, refiriéndonos a la inteligencia emocional, que es tan importante y representa todas esas habilidades blandas como la empatía y la resiliencia (actualmente, estas son tan o más relevantes en los líderes de cualquier empresa). Sin embargo, todos los entusiastas que respondimos nos quedamos sin estrellita en la frente ante la revelación de una nueva inteligencia en la que también se puede predecir el coeficiente, tiene la capacidad de administrar –y sobre todo capitalizar– los cambios exponenciales que se están dando y se darán en toda industria: AQ, o ‘adaptive intelligence’.

Tener AQ va a separar a aquel profesional que prefiere amurallarse y protegerse con todo su conocimiento y experiencia aprendida de aquel que está abierto de mente y espíritu y que, además de ello, no tiene miedo a citar al célebre filósofo Sócrates y declarar con orgullo en altas y negritas: SOLO SÉ QUE NADA SÉ. Y quizás ese es el ingrediente más importante para el AQ: desaprender.

Te sonará fácil, pero solo para que te des una idea, se hizo un experimento social a través de una bicicleta a la que le cambiaron la lógica que conocemos en los pedales. El creador de esta bicicleta tardó 8 meses practicando 45 minutos cada día en desaprender lo que su mente ya había asimilado para poder aprender una nueva manera de montar (a su hijo de 8 años, sin embargo, le tomó 2 semanas).

Llevándolo al mundo empresarial, desaprender cuesta, y mucho. Sobre todo porque en reiteradas veces iremos contra lo que considerábamos nuestro más grande patrimonio profesional: nuestra experiencia y conocimiento. No obstante, demostrado está –y no tengo que volverte a citar a las Kodak y Blockbuster de la vida– que adaptarnos es un acto de supervivencia. La buena noticia es que a diferencia del IQ, el AQ lo puedes desarrollar.

De hecho, otro experimento muy común que se realiza en las es decirle a un equipo determinado que van a medir su grado de AQ. Como imaginarás, apenas el equipo escucha el encargo, todos en la dinámica dan muestras de ser profesionales con impresionantes cualidades de adaptación. Pero fuera del acto natural de que a nadie le gusta salir feo en la foto, el hecho es que el AQ puede trabajarse con los equipos. Y para ello hay tres aspectos fundamentales: percepción, concepción y acción.

Te voy a dar un ejemplo práctico para que vayamos entrenando. Imagínate que te ofrecen comprar una compañía por US$1.650 millones (desaprender que no tienes esa plata es parte del ejercicio), que está en pérdida desde que se fundó. Tienen incluso demandas legales y no está en tu ‘core business’. Bajo las herramientas tradicionales, comprar esa compañía sería una locura. Esa empresa es hoy You Tube, una de las principales líneas de negocio de Google. El AQ te lleva a ampliar tus percepciones y a no quedarte en el territorio de la lógica y lo conocido, a compartir concepciones para así encontrar nuevas rutas y territorios, y a premiar la acción. Este último concepto es muy útil si quieres incentivar –y no solo en el papel– que tu equipo tome más riesgos porque no premiarás en base a si funcionó o no, sino a las acciones que tomaron.

Otra manera de incentivar el AQ en tu empresa es diversificar al equipo, sumando perfiles muy heterogéneos entre sí y que promuevan la discusión, el contrapunto, el debate y sobre todo la exploración hacia puntos y puntas que podrían ser ciegas, pero que con la diversidad se identifican, amplifican y contagian al resto.

Haz un firme análisis de conciencia de ti como profesional y a tu negocio y evalúa cómo está tu AQ. Además, por supuesto, prioriza tener dentro de tu equipo gente con elevado AQ antes de obsesionarte con su IQ, porque esa sin duda será tu decisión más inteligente.