Ni a la izquierda ni a la derecha, por Alfredo Torres
Ni a la izquierda ni a la derecha, por Alfredo Torres
Alfredo Torres

Hubo una época en que la polarización entre izquierda y derecha definía elecciones en el Perú. No porque ganase uno u otro extremo, sino porque la ubicación de los candidatos en dichas posiciones abría espacio para que alguien posicionado en el centro del espectro político arremetiese entre ambos. Los candidatos de hoy lo saben muy bien y por eso procuran correrse todos hacia el centro. Esta actitud se sustenta en la creencia de que la mayor parte del electorado es de centro. La verdad es que solo el 28% de los electores afirma hoy conocer los conceptos de izquierda y derecha, mientras el 65% los desconoce, según la encuesta de Ipsos que publica hoy El Comercio.

Entre los que conocen los conceptos de izquierda y derecha, el 54% se ubica en el centro político, el 19% a la derecha y el 27% a la izquierda. Si se recalculan estas proporciones sobre la base del total del electorado, se encuentra que de cada 100 electores, cinco son de derecha, 15 de centro, ocho de izquierda y 65 apolíticos. Esta distribución actitudinal del electorado explica por qué no existe ninguna candidatura abiertamente de derecha y por qué las candidaturas de izquierda no levantan vuelo.

En 1990 estos conceptos eran mucho más conocidos que ahora, pero, paradójicamente, los políticos ignoraban que la mayor parte de la población suele ubicarse al centro. Se produjo entonces una polarización entre tres candidaturas ubicadas a la izquierda y una a la derecha. En la escala de 1 a 10, en la que 1 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha, la candidatura de Izquierda Unida era percibida en promedio en la posición 2,4, la de Izquierda Socialista 2,8, la aprista 4,4 y la de Mario Vargas Llosa en el otro polo: 8,3. Entre ambos extremos, la ubicación promedio del electorado era 5,5. Esa polarización es una de las principales razones por la cual creció rápidamente Alberto Fujimori –con un mensaje que lo ubicó en el centro político con 5,3– y le permitió alzarse con la presidencia.

En la actualidad no existe un candidato claramente de derecha, pero sí una gran concentración en la posición de centroderecha: a Pedro Pablo Kuczynski se le percibe en 6,9, a Alan García y Keiko Fujimori en 6,5, a Alejandro Toledo en 6,3 y a César Acuña en 5,6. Ninguno está tan lejos del centro que quede fuera de juego, como le pasó a Vargas Llosa, pero tampoco ninguno está en la izquierda, lo cual deja un espacio vacío.

No siempre ha sido así, en el 2011 Keiko se ubicaba en 7,1 –a la derecha de hoy– y Ollanta Humala estaba nítidamente a la izquierda con 3,2. Pero Humala consiguió el respaldo de Vargas Llosa –percibido a la derecha en el imaginario popular– y con ello se corrió al centro y ganó las elecciones. Hoy, los cinco favoritos están a la caza de líderes provenientes de la izquierda o ideas de tinte socialista para hacer el camino inverso y lograr atraer al electorado de centroizquierda que imaginan cuantioso.

Para la población que distingue entre izquierda y derecha, ser de izquierda es luchar por la igualdad y la justicia social, y defender los intereses de los pobres, pero también promover la lucha de clases y tener ideas marxistas. En cambio, ser de derecha es luchar por la libertad y la democracia, promover el desarrollo a través de la economía de mercado y estar a favor de la empresa privada, pero también defender los intereses de los ricos y entregar la riqueza nacional a intereses extranjeros. Naturalmente, las expresiones positivas corresponden a quienes defienden cada posición, mientras que las negativas a los que se ubican en la posición contraria. En ese contexto, los electores de centro esperarían un discurso que enfatice tanto la libertad como la justicia social, y que promueva el desarrollo a través de la economía de mercado con un Estado al servicio de la ciudadanía.

La población apolítica no es muy diferente a la gente de centro, solo que más desconfiada y pragmática. Desconfía instintivamente de los políticos y busca soluciones concretas a sus problemas más acuciantes, pero también está abierta a la ilusión. Los candidatos deben esforzarse por acercarse, comprender y orientar a esta población. El electorado no espera una feria de ofertas populistas, sino propuestas atractivas enmarcadas en una visión del Perú que se proyecte hacia el futuro con esperanza.