(Ilustración: Víctor Aguilar)
(Ilustración: Víctor Aguilar)
Maria Alejandra Campos

Las declaraciones del ex jefe de Odebrecht en el Perú Jorge Barata, esta semana en Brasil, han dispuesto el escenario político nacional como una obra de Lope de Vega. 

“- ¿Quién recibió dinero de la caja 2 de Odebrecht?
- Fuenteovejuna, señor.
- ¿Quién es Fuenteovejuna?
- Todos los políticos, a una”. 

Aunque, para ser exactos, en el caso de la referida obra, el pueblo asumía la culpa de un asesinato para que ningún miembro de la comunidad fuese sancionado. En el caso peruano, todos niegan la responsabilidad a coro y esperan que sea el otro el castigado. 

Independientemente de si la fiscalía logra probar la existencia de lavado de activos o no, lo cierto es que la carrera política de los involucrados en el Caso Lava Jato se va a ver seriamente afectada.  

En un país donde en promedio hay que esperar 13 días para acceder a una consulta médica, donde solo el 7% de los jóvenes de segundo de secundaria alcanza los aprendizajes esperados en lectura y matemática, o donde algo más del 60% de la población se encuentra en los NSE D/E, la corrupción le preocupa más a la opinión pública que el sistema de salud, el de educación o la pobreza. Según Ipsos, la corrupción es el segundo problema más importante del país para los peruanos, solo después de la delincuencia. Es por ello que, ante un escándalo de esta magnitud, la opinión pública no va a dudar en quitarles la confianza a los políticos mencionados por Barata.  

La principal afectada por estas declaraciones es Keiko Fujimori, pues a diferencia del resto, hasta febrero, aún contaba con un porcentaje significativo de simpatizantes: el 29% la aprobaba y el 21% pensaba votar por ella si las elecciones fuesen al día siguiente. Hasta ahora, el Caso Lava Jato la había afectado, pero contaba con la resiliencia suficiente como para no desprestigiarse del todo. Cuando en agosto del 2017 el diario “O Globo” de Brasil reveló que existía un apunte en el celular de Marcelo Odebrecht que decía “Aumentar Keiko para 500 e eu fazer visita”, la aprobación de la lideresa de Fuerza Popular cayó cuatro puntos, de 42% a 38%. En diciembre del 2017, luego de que Marcelo Odebrecht afirmase ante fiscales peruanos en Curitiba que, efectivamente, había aportado a la campaña de Keiko Fujimori, su aprobación volvió a caer, esta vez siete puntos, de 39% a 32%. 

Es bastante probable que el último interrogatorio a Barata genere un impacto mayor en la aprobación de Keiko, debido a la amplia cobertura mediática que tiene (y seguirá teniendo). Por ejemplo, al día siguiente del interrogatorio, los diarios de mayor circulación del país (“Trome”, El Comercio, “Ojo”, “La República”, “Correo” y “Perú 21”) incluían en sus primeras planas a la susodicha y la cantidad recibida por su partido.  

El gran ganador de la tarde es Kenji Fujimori, ahora sin afiliación partidaria, quien tiene la posibilidad de, sin mucho esfuerzo, atraer a alrededor de 70% de simpatizantes de Keiko, que son los que también simpatizan con él. Además, es muy probable que su novel agrupación se fortalezca, pues la crisis política es una ventana de oportunidad para que más congresistas afines al kenjismo renuncien a Fuerza Popular y se unan a los ‘avengers’. 

El otro ganador, aunque pírrico, es Pedro Pablo Kuczynski. Pues, a pesar de que continúa desprestigiándose ante la opinión pública y probablemente termine su mandato con menos aprobación que Toledo, al menos subsiste ahora en un ecosistema político con menos fuerza y más atomizado, donde la vacancia se vuelve improbable gracias a la potencial pérdida de votos en la bancada de Fuerza Popular.