"En el Perú hay democracia plena. A los congresistas apristas y socialistas no se les ha impedido salir para que presenten sus alegatos en Uruguay". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"En el Perú hay democracia plena. A los congresistas apristas y socialistas no se les ha impedido salir para que presenten sus alegatos en Uruguay". (Ilustración: Víctor Aguilar)

Fujimoristas, apristas y algunos amigos periféricos simpatizantes de las mencionadas agrupaciones políticas quieren hacer creer a la opinión pública que el juez Richard Concepción Carhuancho y el fiscal José Domingo Pérez son una especie de demonios perseguidores que atentan contra el derecho y la libertad de los encausados por haber cometido, presuntamente, delitos de lavado de activos y de pertenencia a una organización criminal (en uno de los casos, dicha organización habría estado enquistada en lo que hoy es Fuerza Popular).

Nos quieren hacer ver que tanto el juez como el fiscal son una especie de Torquemadas y Savonarolas fanáticos, dispuestos a imponer mandatos de prisión preventiva a como dé lugar y contra quien sea, demostrando una maldad y una irresponsabilidad absoluta. Y que sus decisiones, además, las toman sin que medie razón alguna, como si fuesen el sabio cardenal Belarmino, quien pretendió destruir, punto por punto, los descubrimientos de Galileo Galilei (un vano esfuerzo, como la propia historia se encargó de demostrar).

Pero, dejando de lado la metáfora y las comparaciones, vale decir que solo los demonios demonizan, y no así los seres humanos que encuentran razones para acusar a una persona que continuará siendo inocente hasta que se pruebe su culpabilidad.

Pues bien, el juez Concepción, tras una investigación exhaustiva del fiscal, encontró méritos para procesar a Keiko Fujimori y otros por los delitos antes mencionados. Así también, José Domingo Pérez consideró prudente solicitar a un juez el impedimento de salida por 18 meses para investigar al ex presidente Alan García. En el caso de este último, por supuestos delitos de lavado de activos y colusión agravada vinculados a las coimas que Odebrecht pagó por la línea 1 del metro de Lima.

De pronto, como por arte de magia, ambos funcionarios de la justicia han pasado a ser tratados como perseguidores de un Poder Judicial coludido con el Ejecutivo, cuya cabeza, el presidente Martín Vizcarra, prepararía, además, un golpe de Estado –que, en rigor, sería un golpe desde Palacio, al estilo Fujimori–. Entonces, quien debería ser el primero en someterse a la justicia (él mismo ha dicho que “el que no la debe no la teme”) y que hasta hace poco se paseaba entre Madrid y Lima como “Pedro por su casa” terminó en la casa del embajador de Uruguay.

Según ellos, de la noche a la mañana, el Perú cambió: dejó de ser democrático y los magistrados y fiscales pasaron a ser implementadores de una tiranía feroz de tipo socialista totalitaria o fascista nazi. ¡No se pasen!

En el Perú hay democracia plena. A los congresistas apristas y socialistas no se les ha impedido salir para que presenten sus alegatos en Uruguay. Las libertades y los derechos políticos están garantizados, tenemos división de poderes y, en pocos días, se celebrará un referéndum democrático.

Quizás, como informa “Hildebrandt en sus trece”, el origen del miedo tenga que ver con que Jorge Cuba, el ex viceministro de Alan García, estaría dispuesto a decir que el ex mandatario recibió coimas. Al respecto, cabe resaltar la labor que vienen realizando los colaboradores eficaces que, en el proceso de Keiko, han cumplido un rol fundamental para la prisión preventiva. Una decisión dura, es cierto –y de repente hasta exagerada por la cantidad de años–, pero que es, en mayor o menor medida, necesaria y eficaz. Otros procesados que han sido o siguen siendo autoridades se han quedado en el país. Esta es la mejor prueba de que existe una democracia en el Perú, como bien ha dicho la vicepresidenta Mercedes Araoz, que también viene siendo investigada.

Hacer justicia en el Perú es difícil y duro. Los poderosos harán todo lo posible para obstaculizarla, bloquearla, destruirla o desprestigiarla para que prevalezcan sus intereses. Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, se debe hacer justicia por amor al prójimo, por la dignidad de las personas y de las víctimas.

Como diría el escritor estadounidense Cornel West, citado por Naomi Klein: “La justicia es como luce el amor en público”.

En el Perú la justicia tarda pero llega. Aunque lo malo es que demora mucho en llegar.