Martín Vizcarra
Martín Vizcarra
Fernando Rospigliosi

El presidente tendrá que moverse a través de un sendero muy estrecho, con precipicios a ambos lados, para no desbarrancarse, liderar un gobierno exitoso y llegar al final de su mandato en el 2021. Pero no es imposible que lo consiga. A pesar de las dificultades, tiene varios elementos a su favor.

Los partidos en el Congreso, sobre todo la mayoría keikista, tendrán que respaldarlo por lo menos durante un período de unos 6 a 12 meses. No podrán asediarlo como hicieron con (PPK) desde el primer día, porque ellos son ahora responsables de que Vizcarra sea presidente y, en parte, compartirán su éxito o su fracaso.

Tampoco el keikismo tiene interés ahora en liquidar al Gobierno y adelantar elecciones, como se especuló el año pasado. La ruptura que sufrieron los ha debilitado significativamente y seguirá siendo un problema en el futuro. Tienen que recomponerse internamente e intentar mejorar su deteriorada imagen pública. Su objetivo inmediato será tener un buen desempeño en las elecciones municipales y regionales de octubre, evitando que Alberto y Kenji les arrebaten una tajada importante de votos y militantes.

Y tienen que recuperar credibilidad. También están involucrados en el escándalo Lava Jato e investigados por la fiscalía. Pero sobre todo, criticados por la ciudadanía por ser parte de un enfrentamiento que tiene hastiada a la mayoría, que quiere paz y tranquilidad para que el Perú pueda crecer y mejorar sus condiciones de vida.

Por esas razones el keikismo tendrá que moderarse y mostrarse razonable y conciliador con el nuevo gobernante. Las declaraciones de algunos de sus líderes ya dan muestras de que esa será la tónica de los próximos meses.

Esa es una diferencia importante que tendrá Vizcarra al iniciar su mandato ahora, con lo que fue el gobierno de PPK. No obstante, tiene varias dificultades. No cuenta ni con un partido ni con una bancada y, al no haber estado en la política a escala nacional sino desde el 2016 –PPK empezó en 1980 como ministro de Fernando Belaunde–, tampoco ha interactuado mucho con el mundo de la política y la administración pública.

Su más importante desafío es constituir un Gabinete plural –no multipartidario–, que no tenga resistencias insalvables en los principales grupos políticos y que pueda realizar una gestión eficiente. A su favor tiene que la valla está muy baja porque el desempeño del gobierno de PPK ha sido deplorable, según la calificación ciudadana que reflejan las encuestas, y si mejora algunos de los principales asuntos que le preocupan a la población –economía, seguridad, reconstrucción, anticorrupción– podría tener el respaldo necesario para consolidarse.

El apoyo de la opinión pública es decisivo para un gobierno que carece de partido y bancada parlamentaria. Lo era para PPK, que no lo tuvo, y lo será para Vizcarra. Lo necesita, además, porque si bien él está obligado a concertar con los principales partidos representados en el Congreso, no puede someterse y subordinarse a ellos. Si lo hace estará perdido.

Tiene que saber ser conciliador y a la vez enérgico y plantarse con decisión si intentan avasallarlo. El país está harto de las peleas y enfrentamiento de los políticos, pero tampoco va a respaldar a un gobernante al que vea como débil y sumiso.

Eso implica transitar a lo largo de una línea muy delgada, mantener un equilibrio delicado. Es el principal reto que tendrá que afrontar Vizcarra.

Los antifujimoristas transformados en antikeikistas auguraban que si caía PPK Vizcarra se convertiría en un títere o un rehén de Keiko. Justificaban de esa manera su defensa cerrada de un presidente incompetente y con graves y sustentadas acusaciones de corrupción. Ahora que han sido derrotados exigen “que se vayan todos” y el adelanto de las elecciones, para empequeñecer lo que ha sido una victoria del keikismo. No tienen posibilidades de obtener lo que piden y es posible que pronto estén en la oposición a Vizcarra, que necesariamente tendrá que conciliar con el partido mayoritario del Congreso.

Alberto y su hijo, demolidos por los ‘kenjivideos’ y la caída de su aliado y protector, tratarán de acomodarse a la nueva situación y, sobre todo, negociar para preservar la libertad del ex presidente.

Finalmente, no está de más recordar que el desenlace que ha tenido el breve gobierno de PPK no era imprevisible. Lo dije públicamente por primera vez a los pocos días de instalado en Palacio –y lo repetí muchas veces después–, el 20 de agosto del 2016, en esta columna: “Lo que no se puede descartar es un derrocamiento del Gobierno por una vía aparentemente legal, como ha ocurrido en la región desde que se vedaron los golpes militares. En efecto, en América Latina se encontró otra manera de tumbar presidentes, a falta de los tradicionales cuartelazos”.

El juicio político al presidente, en diversas variantes, ha terminado con el mandato de 15 de ellos desde que Fernando Collor de Mello renunció en 1992, en Brasil, el día anterior a que se votara su vacancia en el Congreso. PPK es el decimosexto.