Kuczynski y la modernización, por Francisco Miró Quesada Rada
Kuczynski y la modernización, por Francisco Miró Quesada Rada

En diciembre de 1967 tuve que viajar con mi padre (que por algunos años fue vecino del presidente electo, en un balneario del sur de Lima) de Bilbao a Miranda de Ebro (municipio ubicado al norte de España en la provincia Burgos) para hacer una conexión que nos llevaría a Irún y de allí a París. Hacía un frío de los mil diablos y en la estación de Miranda nos dijeron que el tren llegaría procedente de Madrid a las cinco de la mañana. 

Nos acostamos temprano para estar puntuales en la estación, pero el tren no llegó a las 5:00 a.m. sino a las 10:00 de la mañana. Por supuesto que perdimos la conexión que nos conduciría de Irún a París, pero tuvimos suerte, otro tren más atrasado aun llegó, o sea que lo tomamos para pasar a Hendaye y tomar un tren francés que había arribado a la hora programada. Ya bien sentados en el ferrocarril galo, rápido y elegante, al unísono comentamos con mi padre, no sin mirarnos con una sonrisita socarrona “Esto que nos ha pasado en España, nos recuerda a un país. No cumplir los horarios y llegar tarde a las reuniones”.

En 1984 viajé a España con mi esposa Ana María Westphalen, estuvimos alojados en un hotel de la Gran Vía y luego de permanecer unos días en la capital española acompañados por nuestros amigos Lucy y José teníamos que viajar a Barcelona. El tren salía como a las 10:00 a.m. y Ana María me apuraba para hacer las maletas. Le dije: “No te preocupes, aquí los trenes se demoran como en el Perú, llegan tarde, son lentos, hay tiempo”. 

Sucedió que cuando llegamos a la estación de Atocha, tuvimos que subir casi al vuelo porque salió a la hora señalada. ¿Qué había pasado? España empezaba a cambiar de una sociedad tradicional, tecnológicamente atrasada y excluyente para convertirse en una sociedad moderna, donde se comenzaban a respetar las normas, con mejores servicios, inicio de nuevas tecnologías e instituciones inclusivas, es decir democráticas. 

Pero quedaba algo más: la educación. En 1990 tuve una reunión con el decano de la Facultad de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), también fui a Francia e Inglaterra. El objetivo era conseguir información temática y curricular a fin de preparar un proyecto para la creación de una escuela de Ciencia Política de la Facultad de Derecho para una universidad privada. 

En esa reunión, que estuvo muy amena, destaqué el alto impulso que había tenido la ciencia política española en los últimos años. El decano, apellidado Gonzales Larraín, me respondió: “¿Y cómo crees tú que con Franco iba a evolucionar la ciencia política?”. 

Buen golpe. Las ciencias sociales, todas, se estancan en sociedades con gobiernos dictatoriales, que son excluyentes y por lo tanto no permiten o reducen al mínimo la crítica y la investigación social. Ya en 1994 España había pasado de ser una sociedad estancada entre lo tradicional y lo moderno, a convertirse en una sociedad moderna. Ahora no solo los trenes eran puntuales, sino que te devolvían la plata si se atrasaban. 

Este paso de una situación económica, cultural y política, en la que no hay democracia, no se goza plena y universalmente del derecho de propiedad, no hay un Estado central que defienda los derechos civiles y políticos de los ciudadanos y existe carencia de alta tecnología y ciencia, además de una educación de calidad para todos, a otra en la que existe todo eso más una sociedad de bienestar con ciudadanos incluidos y empoderados, se le llamó el milagro español. Pero, en realidad, lo que sucedió es que España se modernizó. 

Valgan estos ejemplos por lo que ha dicho Pedro Pablo Kuczynski, “Quiero que me recuerden como el hombre que modernizó el Perú”. Ojalá así sea para su bien y el del país. 

Entonces, si esta es la dirección, el Perú tendrá que encaminarse a ser una sociedad democrática plena. Además, deberá ser una sociedad de bienestar plena e inclusiva, que tenga una educación de calidad para todos y produzca ciencia y alta tecnología. 

Pero para llegar a esto tenemos que concertar entre las fuerzas políticas y las organizaciones de la sociedad civil, como el Pacto de la Moncloa. Para ello debemos superar los prejuicios que nos atan históricamente y crear las condiciones para que surja en el país una cultura de la democracia, donde todos seamos ciudadanos plenos en derechos. Tendrá que darse entre nosotros “una destrucción creativa”.