Alejandra Costa

El sentimiento generalizado sobre qué pasará con la global y la peruana es de pesimismo. Esta semana, el y el Banco Mundial (BM) han advertido sobre el riesgo real de que la economía global caiga en una recesión. Es más, el FMI ahora espera que más de un tercio de la economía global se contraiga este año o el próximo y que Estados Unidos, China y la Unión Europea –las economías más grandes y los principales socios comerciales del Perú– se mantengan estancados.

Sobre China, el FMI advierte la posibilidad de que la crisis inmobiliaria se propague a todo su sector financiero. Esto podría golpear la demanda de materias primas como el cobre, del que depende en gran medida el pulso de nuestra economía.

Y respecto a la economía peruana tampoco hay buenos augurios. El BM rebajó la semana pasada sus pronósticos de avance para el PBI peruano de 3,1% a 2,7% para el 2022 y, para el próximo año, de 2,9% a 2,6%. El FMI, por su parte, ahora espera que el Perú crezca 2,7% este 2022 –y ya no el 2,8% que proyectaba en julio– y para el 2023 ha rebajado sus expectativas de 3% a 2,6%.

Este ajuste a la baja de las proyecciones va en contra de la evolución de los estimados del MEF, que en agosto y setiembre elevó su optimismo sobre el desempeño de nuestra productividad y puso sobre los hombros del publicitado plan de reactivación Impulso Perú la improbable responsabilidad de que la economía crezca 3,9% este 2022 y 4,3% en el 2023. Pero nadie está comprándose la idea del MEF de que este impulso será posible, especialmente en un escenario cada vez menos favorable para nuestra economía.

Precisamente citando un entorno externo más complicado, el ministro de Economía Kurt Burneo anunció el jueves a través de Twitter que preparan nuevas medidas de reactivación para afrontar que la “afectación adversa sobre demanda y PBI tiene para rato” por el alza de la tasa de interés de la Reserva Federal de los Estados Unidos y del BCR.

Pero este entorno más complicado no es nuevo y la debilidad de la economía peruana para navegar en estas aguas turbulentas, tampoco. Es más, esa vulnerabilidad es imposible de resolver si no se impulsa la inversión privada, al tiempo que se busca evitar la caída de la inversión pública a inicios del 2023 por el cambio de autoridades regionales y locales.

Tendremos que esperar para ver qué plantea el MEF para, esperemos ahora sí, atacar los problemas reales que impiden que la economía peruana incremente su potencial de crecimiento. Sin embargo, las dudas y contramarchas sobre las licencias del proyecto minero Quellaveco y las recurrentes crisis políticas son un recordatorio de que el ministro de Economía, por mejores intenciones que tenga, estará limitado siempre por la tranquilidad y confianza que pueda generar todo el Gobierno.

Alejandra Costa es curadora de Economía del Comité de Lectura