(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Alfredo Bullard

El cadáver de una monja de clausura aparece carbonizado luego de un incendio en su cuarto en el convento de Santa Teresa de las Carmelitas Descalzas en Arequipa. En paralelo, el movimiento liberal impulsaba la independencia del Perú. San Martín y Bolívar trataban, en medio de sus discrepancias entre fundar una monarquía o una república, de poner fin al Virreinato español.

¿Qué relación hay entre los dos hechos? Primero, ambos son eventos históricos. Segundo, se inspiran en el nacimiento de la idea de libertad en el Perú.

La obra de teatro “Dominga”, dirigida por Roberto Ángeles y escrita por este último y Gino Luque, nos explica esa relación. La producción es parte de las actividades de la Comisión Arte y Derecho de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, y se presenta en una corta temporada en el Centro Cultural de dicha universidad.

Pocas palabras han sido tan manoseadas y maltratadas como la palabra ‘libertad’. Usada para invocar o limitar casi cualquier cosa, la repetimos sin ton ni son, sin entender su significado.

No es de extrañar que, como todos los movimientos independentistas, la guerra por la emancipación de nuestro país haya invocado la palabra hasta el hartazgo. Y tampoco es de extrañar que el resultado de su invocación haya sido una república inestable, plagada de golpes de Estado, dictaduras y gobiernos interinos. Como reseña Armando Guevara en el programa de mano de la obra de teatro, entre 1821 y 1845 existieron 53 gobiernos en nuestro país. Ello arroja un promedio de un gobierno cada cinco meses. Frente a esa situación, los casi 20 meses de Pedro Pablo Kuczynski hubieran sido un gobierno longevo.

Para Dominga Beatriz del Corazón de Jesús, la monja protagonista de la obra de teatro, las cosas no son muy distintas. La libertad es, a fin de cuentas, la capacidad de forjar nuestro propio destino. ¿Qué capacidad podía tener una niña metida a un convento de clausura por la intransigencia de su madre de forjar su destino? La libertad es como la vida: una vez que se pierde, ya es demasiado tarde. Es curioso cómo la pérdida de la vida parece ser el único camino que conduce a Dominga hacia la libertad. Como dice la madre superiora del convento, protagonizada por la conocida abogada Shoschana Zusman, refiriéndose a las monjas de clausura, “solo la muerte es nuestra liberación”.

Es curioso, además, cómo una historia tan antigua puede reflejar tanto nuestro día a día: los intentos de la Iglesia para imponer un poder temporal que condiciona la ley a sus propios valores. La discusión en la obra de teatro sobre si las consecuencias de un incendio deben ser juzgadas por las cortes ordinarias o por los tribunales eclesiásticos (con intervención papal incluida) se asemeja a los intentos de limitar por ley el divorcio, el matrimonio igualitario o la llamada “ideología de género” sobre la base de prejuicios religiosos. Y es que la Iglesia no ha querido renunciar a tener poder político ni durante la revolución de la independencia ni durante el siglo XXI.

La libertad es la quintaesencia de la humanidad. Un ser humano sin libertad deja de ser humano. Se vuelve una caricatura de hombre o mujer, dibujada con trazos gruesos, contornos difusos y en blanco y negro.

Y ser libre exige mucho más que declararlo. Quizás la Declaración de la Independencia de 1821, a punto de cumplir su bicentenario, sea una de las mayores mentiras de nuestra historia: “El Perú es, desde este momento, libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende”.

Rousseau decía: “La libertad es la obediencia a la ley que uno mismo se ha trazado”. Y la independencia individual, la que se deriva de los derechos que no son innatos, parece incluso más importante que la independencia de un país. Es más, esta última parecería ser solo un medio para cumplir con la primera. No hay un Perú libre e independiente sino hombres y mujeres libres e independientes.

Y es que, como dice una sección de la décima compuesta por el escritor y clérigo peruano José Joaquín de Larriva y Ruiz (recitada en una parte de la obra): “Cuando de España las trabas en Ayacucho rompimos, otra cosa más no hicimos que cambiar mocos por babas”.