Lluvia avisada no mata gente, por Juan José García
Lluvia avisada no mata gente, por Juan José García
Juan José García

Hoy el Perú no celebrará el Día Mundial del Agua. Más de 650 mil personas son ahora el centro de nuestra preocupación, aunque este no debió ser el momento para preocuparnos por ellas. Debió ser antes. 

La Autoridad Nacional del Agua (ANA) publicó en julio del 2015 un documento de identificación de personas vulnerables por la activación de quebradas, que fue complementado durante el primer semestre del 2016. El informe indicaba que era muy probable que en el futuro inmediato sufriéramos un de magnitud fuerte o extraordinaria, y hacía un llamado al gobierno central y a los gobiernos regionales y locales a tomar medidas concretas en el asunto. 

Según la ANA, 563 localidades en Tumbes, Piura, Lima, Arequipa y Apurímac eran muy vulnerables a la activación de quebradas, algo que afectaría de manera directa e indirecta a más de 500 mil personas. Predicción cumplida y superada por la realidad.

El mismo informe, finalmente, recomendaba con suma urgencia invertir en obras generales de limpieza y descolmatación en los cauces de los ríos para permitir que el flujo de agua con material de arrastre llegue a las desembocaduras. ¿Se hizo? No se hizo.

Por otro lado, un estudio de Contribuyentes por Respeto también había llegado al mismo punto. A fines del 2015 la brecha en infraestructura de agua y saneamiento ascendía a aproximadamente US$12.200 millones y la causa de esta era la incapacidad de alcaldes y gobernadores regionales para invertir adecuadamente y afrontar compromisos de largo plazo. La recomendación de dicho informe: generar proyectos de inversión en construcción de embalses y trasvases para el aprovechamiento de la totalidad de las cuencas del país y prevenir épocas de huaicos o sequías. ¿Se hizo? Se hizo muy poco.

Seamos sinceros: los damnificados están todos los días frente a nuestros ojos. Son más de 4 millones de peruanos los que a diario deben colgarse de camiones-cisterna, comprarle agua a su vecino acaparador o simplemente caminar largas distancias para abastecerse de agua que no es potable y que les cuesta 15 veces más que a los que están conectados a una red pública de suministro.

Por todo esto, la indignación también tiene cabida en este momento. Las cosas no pueden seguir así. Cuando se aligere este cruel embate de la naturaleza, el Gabinete Zavala deberá centrarse en implementar de inmediato las muchas recomendaciones dadas por los expertos en el sector. En el corto plazo: reparar la infraestructura, limpiar cauces y declarar como intangibles todas las zonas de desborde para que nadie las pueda habitar nuevamente. En el largo plazo: construir reservorios, plantas de tratamiento, muros y diques, y echar mano de la tecnología para contar con mapas detallados con las zonas más vulnerables al clima en todo el país. Por cada sol que se invierta en prevención, se ahorrarán 21 soles en reconstrucción de viviendas (según la ANA).

La naturaleza volverá a golpear, porque el medio ambiente está experimentando un proceso de cambios a una velocidad vertiginosa. Si bien no podemos controlar el momento exacto de un desastre, sí podemos influir en cuán preparados nos sorprenderá. Para levantarnos de estas semanas dramáticas necesitaremos de mucha unión y solidaridad como país, sobre todo en el ámbito político. No necesitamos más advertencias con mártires o héroes. Que la lluvia avisada no mate más gente.