(Foto: Difusión)
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Federico Salazar

La luna de miel con la nueva administración no debe ser ociosa. Lo que dure, sin embargo, dependerá del grosor de la madera con que se construya el nuevo Gabinete.

El Gabinete debe tener una doble característica. No tiene cómo ser agresivo contra sus opositores, pero al mismo tiempo tiene que ser firme en su propósito.

El presidente Vizcarra tendrá que eliminar toda traza de pepekausismo. No como rencilla, sino como señal política de superación de la crisis y de superación de lo que nos llevó a la crisis.

Para que quede claro que no se trata de rencillas, tampoco debería tener traza antipepeká. En este sentido, no ha sido una buena elección, desde mi punto de vista, César Villanueva como presidente del Consejo de Ministros.

Villanueva estuvo entusiasta y decididamente dedicado a promover la vacancia de Pedro Pablo Kuczynski. Es legítimo, por supuesto, pero hubiera sido mejor que su nombramiento no se prestara a ninguna suspicacia.

Para ser firme, la gestión ministerial debe ser coherente. Esa coherencia tendrá que venir de la comunión en las ideas sobre qué es lo que hay que hacer.

El presidente tendrá que ser no solo un componedor de entuertos heredados. Con la misma intensidad tendrá que ser un director que oriente el avance de obra.

De nada nos sirve que un ministro de Economía quiera ordenar las cuentas fiscales si varios ministros pugnan por aumentar sus gastos. ¿Cuál debe ser el balance? ¿Qué criterio debe primar?

La línea de trabajo la debe establecer el presidente. Será más fácil si los distintos ministros tienen puntos de vista compatibles sobre el manejo económico y sus necesidades sectoriales.

El Gabinete no debería incluir a nadie sobre quien pueda decirse que tiene conflicto de intereses. No se trata de que no los tenga o que diga que no los tiene. Se trata de que nadie pueda decir que los tiene.

Un ministro de quien se pueda decir que tiene conflicto de intereses es una debilidad en el Gabinete. Es una fisura por donde puede desencadenarse el “interruptus” de la luna de miel. Sería una provocación negligente.

La salida del presidente Kuczynski debe haber enseñado algo sobre el conflicto de intereses privados y la función pública. Si eso no se aprendió y si no se demuestra que se aprendió, no tendrá cómo durar la luna de miel.

Prolongar la luna de miel lo más posible es de interés de todos. Vizcarra no fue un candidato presidencial. No lideró equipos de trabajo de un plan de gobierno. Tendrá que hacerlo ahora y para eso necesita tiempo.

La oposición fujimorista está obligada a no ser obstruccionista. Debe recuperar la imagen del Congreso, que está en el suelo. No debe olvidar que es la imagen del Congreso de mayoría fujimorista.

Ningún congresista, sin embargo, debe declinar la función fiscalizadora. De aquí la importancia de la selección de ministros, la importancia de la madera con que se haga el Gabinete.

El presidente Vizcarra fue elegido con el programa de gobierno del partido PPK. Ese es su mandato constitucional. La situación amerita, sin embargo, una corrección y una adaptación de ese plan.

¿De dónde obtendrá la nueva administración la legitimación de esta adaptación? No queda otro camino que el consenso con el Congreso. Un consenso de puntos básicos debería ser formalizado por ambos poderes del Estado.

De esta manera, ambos quedarían comprometidos a no paralizar más el país, sin dejar de cumplir sus funciones y mandatos.

Un ejemplo de puntos básicos: recuperar el orden fiscal, cubrir la brecha de atención en salud y educación, acelerar la reconstrucción, avanzar en la lucha contra la corrupción.

El Congreso, por su lado, tiene que acelerar las reformas legislativas pendientes: la electoral, la penal, la del sistema de justicia.

Trabados en el enfrentamiento politiquero, ni el Ejecutivo ni el Legislativo avanzaron en sus tareas. Esta es una oportunidad de oro para que ambos cambien de ritmo y planteen objetivos.

La luna de miel debe usarse para llegar a ese consenso y para presentar al país ese compromiso.