La máquina del tiempo, por Pedro Suárez-Vértiz
La máquina del tiempo, por Pedro Suárez-Vértiz
Pedro Suárez Vértiz

“Hernando –así le decía a mi padre–, ¿por qué cuando huelo óleos siento que estoy en casa de Mama Tere?”. Y él respondía: “Porque la casa de mis padres es una casa de pintores y ellos viven rodeados de lienzos, pinceles, caballetes y óleos”. Entonces le repregunté: “Pero ¿por qué siento que me transporto a la casa de la abuela?”. Y él contestaba: “Porque así es la nostalgia, que no es lo mismo que recordar”. Con eso descubrí que recordar es una cosa y que la nostalgia es un fenómeno aparte. También que la creatividad era mi camino, pues tenía mucha nostalgia sobre muchos episodios de mi pasado aún a mis cortos seis años.

Con ese arraigo a los momentos de tu vida puedes escribir canciones o libros incansablemente. Lo acaba de decir Vargas Llosa refi riéndose a su querida Piura –abatida por las lluvias– como referente constante de muchas obras suyas.

Todos alguna vez sentimos el fenómeno de la nostalgia. Las personas sentimentales, más. No es una fantasía ni mucho menos una creación. Se le describe como un evocador y añorador sufrimiento que sentimos al recordar personas, lugares o situaciones pasadas. Pero llamarlo ‘sufrimiento’ es un poco exagerado. Aunque es verdad que frustra saber que todo es imaginario, pues provoca regresar en el tiempo a aquel momento intangible que de pronto nos envuelve.

Yo considero la nostalgia un placer. Por lo general, aparece involuntariamente, y una vez que descubres su mágico efecto aprendes a provocarla escuchando una canción u oliendo un perfume.

Se puede lamentar el hecho de que ya pasó dicho momento, pero por otro lado es lindo tenerlo siempre en tu memoria. Ese es el misterioso encanto de la nostalgia. Si al recordarlo sentimos un poco de pena, es porque en el momento que se vivió se experimentó una buena sensación que quedó marcada y obviamente aparece una pequeña impotencia por no poder revivirlo. Por eso existen las canciones: para atrapar al tiempo.

Ponerse a pensar en aquellos acontecimientos y poder revivir mentalmente esas experiencias es un hábito de los humanos. Dejar que la nostalgia te alcance de vez en cuando no tiene por qué significar que pasas por un mal presente. Es inevitable anular los buenos recuerdos, pues son parte de una vida bien vivida. Una vez leí que los sentimientos encontrados tras un choque nostálgico no son considerados ni positivos ni negativos, sino hermosos archivos mentales que hacen satisfactoria la navegación interior.

Curiosamente, se ha demostrado que la nostalgia se da más en invierno. La fría estación acoge perfectamente estos escenarios mentales en sus noches largas de baja temperatura. Por eso crea en la mayoría la idolatría por el verano. Aunque en mi opinión no hay nada mejor que un apasionado romance invernal.

Hay muchas cosas que logran retrocederte temporalmente. Las máquinas del tiempo sí existen, y los interruptores están por todos lados. Los aromas. Los percibimos a veces sin querer y es en ese momento cuando llega la nostalgia y quedas atrapado un largo rato en una escena que ya no está y probablemente no vuelva a estar. La presencia de una persona también puede generar ese sentimiento. Alguien que no ves hace años, por ejemplo. Ir a un lugar de igual manera puede traer un centenar de recuerdos.

Mi elemento detonador de nostalgia favorito es la música. Ella es la máquina del tiempo más poderosa. Cuando escuchas un tema antiguo empiezas a compartir con alguien tus experiencias pasadas. Es más fuerte aún cuando la canción suena en el preciso momento en que pasas por un lugar que significa algo para ti.

Cuida tu álbum de recuerdos mentales. Ellos te enseñarán a vivir con sabiduría el presente, pues después de dominar la nostalgia vivirás el hoy sin desperdiciar un segundo.

Esta columna fue publicada el 1 de abril del 2017 en la revista Somos.