(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Alfredo Torres

Hasta sus más férreos críticos reconocen que el presidente ha logrado construir un elevado apoyo popular –del orden del 60%– gracias a su decidida actitud contra la corrupción y, en particular, por su iniciativa de referéndum para algunas reformas constitucionales. Sin esa iniciativa, que será una oportunidad para que la ciudadanía desahogue su justificada indignación contra políticos y jueces corruptos, su apoyo popular andaría estos días por el 20% y con riesgo de perder el poder.

El presidente ha hecho bien en acumular poder. Sin él, no podría gobernar y quizá ni siquiera sobrevivir en el cargo. Todo indica que los resultados del referéndum le serán favorables y podrá presentarlos como una confirmación de ese apoyo popular, sustentado hasta ahora solo en encuestas. La pregunta que surge entonces es: ¿qué hará Vizcarra después del referéndum con ese poder?

Lo primero que debe estar pensando es cómo consolidarlo. El poder de la popularidad es insuficiente y efímero. No alcanza para promulgar leyes y se puede diluir en pocos meses. El presidente necesita construir un apoyo parlamentario multipartidario más estable. El debilitamiento y eventual fraccionamiento de la bancada de Fuerza Popular ofrece esa posibilidad. Vizcarra podría lograr lo que intentó PPK con Kenji Fujimori y fracasó: atraer a congresistas descontentos, sobre todo de provincias, a cambio de prestar más atención a sus demandas. Aunque no sea de Peruanos por el Kambio, el congresista y primer ministro es el llamado a liderar esa tarea, aunque no queda claro si debería hacerlo desde el Ejecutivo o si sería mejor que se dedicase 100% a esa tarea desde el .

En segundo lugar, debe reforzar su Gabinete Ministerial. Sin duda, fue difícil formarlo en las circunstancias en que recibió el cargo luego de la renuncia de su predecesor. El apoyo popular del que hoy goza amplía su capacidad de convocatoria. Lo que tendría que hacer el presidente es decidir si luego del referéndum le conviene continuar con Villanueva en la Presidencia del Consejo de Ministros o si este le resultaría más útil en el Congreso. Y, si es así, ponerse a buscar ya al primer ministro para el 2019. En cualquiera de los dos casos, lo ayudaría una ronda de conversaciones con los representantes de los sectores productivos de manera de remozar su Gabinete con personalidades que contribuyan a dinamizar la actividad económica.

Las encuestas a la opinión pública sirven de poco en esta materia porque la mayoría de sus ministros son desconocidos para el gran público, pero la Encuesta del Poder de “Semana económica” e Ipsos le puede brindar algunas luces, ya que es una consulta a líderes de opinión. En este estudio, efectuada en agosto, los ministros mejor evaluados fueron el canciller Néstor Popolizio; el de Economía, Carlos Oliva; el de Educación, Daniel Alfaro; y el de Comercio Exterior y Turismo, Rogers Valencia. El resto tenía evaluaciones más bien discretas y los que registraban menor aprobación eran los ministros de Desarrollo e Inclusión Social, Liliana La Rosa, y de Trabajo, Christian Sánchez. El dato es relevante en un contexto en el que los titulares de Economía y Trabajo están enfrentados por la necesidad de observar la ley de negociación colectiva en el sector público.

Pero tan importante como construir una mayoría parlamentaria y reforzar el Gabinete Ministerial es tener claridad sobre los objetivos para el período 2019-2021 y comunicarlo adecuadamente a la ciudadanía. En ese sentido, la agenda del próximo CADE Ejecutivos –integridad, sostenibilidad y competitividad– es un buen punto de partida para que el presidente transmita su visión del Perú.

En materia de integridad, Vizcarra ha dado pasos muy importantes, pero todavía hay mucho por hacer para reformar el sistema de justicia y reducir la corrupción. Sin duda, requiere el apoyo del Congreso y del Poder Judicial, pero su liderazgo es fundamental. En materia de sostenibilidad y competitividad, en cambio, el país está estancado, en parte por leyes populistas promulgadas por el Congreso, pero también por acciones y omisiones del Ejecutivo. Como consecuencia, el Perú ha descendido en los ránkings internacionales de competitividad.

La clave para que los peruanos accedan a mejores niveles de vida es el incremento de la competitividad. Eso requiere impulsar el desarrollo de infraestructura con un nuevo modelo de gestión –como el desplegado por Carlos Neuhaus en la organización de los Panamericanos– y mejorar la gestión de programas sociales como la lucha contra la anemia y la educación técnica. Pero, sobre todo, se requieren reformas en materia tributaria y laboral y en la digitalización de la gestión pública, de manera que se pueda facilitar la inversión y la generación de empleos de calidad. Si el presidente Vizcarra invierte su capital político en promover una cultura de integridad y competitividad, el Perú llegará a su bicentenario con fe en su futuro.

*El autor es presidente ejecutivo de Ipsos Perú.