"¿Qué hizo que un ingeniero haya errado tanto en los cálculos? Quizás el que en política las sumas pueden restar o las multiplicaciones, dividir". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"¿Qué hizo que un ingeniero haya errado tanto en los cálculos? Quizás el que en política las sumas pueden restar o las multiplicaciones, dividir". (Ilustración: Víctor Aguilar)

La mayoría del Congreso ha dado en esta última semana nuevas muestras del porqué de su desprestigio y del rechazo que inspira en la población. Eso no cambiará y tampoco parece importarles demasiado.
Siendo así, uno podría inclinarse a que adelantar las elecciones en el 2020 es el escenario menos malo. Pero lo que uno pueda querer es poco importante si no concuerda con lo que uno puede conseguir.

Ese es el problema con lo que planteó el presidente hace 42 días. Al parecer no analizó lo suficiente si se podía lo que quería. Era obvio que el Congreso se iba a oponer y el presidente lo sabía. Siendo así parece que su evaluación fue que podía generar tal presión popular que hasta este Congreso tendría que rendirse ante la evidencia. (“La gente me lo pide donde voy”).

¿Puede la calle cambiar radicalmente el curso de los acontecimientos políticos? Pues claro que sí, de eso está llena la historia y tenemos dos ejemplos recientes para recordarlo. Las multitudes que llevaron a la caída del gobernador de Puerto Rico, siendo la gota que colmó el vaso la divulgación de sus chats misóginos, homofóbicos y racistas. También las gigantescas manifestaciones en Hong Kong, defendiendo su autonomía y libertades amenazadas por China.

Manifestaciones de esa envergadura y constancia no se han dado en el Perú, por razones políticas, en mucho tiempo. Más bien, la crisis de la política ha tenido como efecto alejar a las mayorías de participar en ella y, mucho más todavía, de movilizarse. La indignación se guarda para la discusión de amigos y muy pocos dan el salto a ser protagonistas.

Más allá de si fueron 3.000 o 10.000 personas las que salieron el jueves, marchas de esa envergadura no tienen la fuerza suficiente para destrabar la crisis; más todavía, cuando deben vencer la resistencia de los que ya no tienen nada que perder, salvo su curul.

Y, entretanto, el reloj avanza y va en contra del presidente. Primero, porque dado lo apretado del calendario para llegar a tiempo a las elecciones adelantadas, jugar al muertito tarareando “Despacito”, puede bastar para liquidar el adelanto al 2020. ¿Qué cálculo de probabilidades llevó al presidente a creer que el Congreso iba a abocarse con presteza al tema?

El reloj también va en su contra por otras razones. La ofensiva del fujimorismo y del Apra para desacreditarlo como gobernante es muy fuerte. Gobernar el Perú es una tarea titánica y siempre desgastante; más difícil, todavía, en un período de altísima confrontación. Cada día ocurren hechos graves que llevan al fastidio, si es que no a la indignación, de la población. Por ejemplo, la conmovedora denuncia de los niños muertos por falta de incubadoras, sumada a la lenta y mala respuesta de la ministra, afecta al gobierno en un momento crítico; uno donde justamente le han adosado al sambenito de no querer, o peor aún, de no saber gobernar.

Es probable que conforme pasen los días las encuestas sean menos generosas con el presidente. Algo de eso ya se vislumbra en la más reciente de Pulso Perú. Y no porque ahora “las compre” el Congreso, sino simplemente porque reflejan el humor ciudadano; aunque ello les sea tan difícil de entender a los termocéfalos que exigen investigarlas.

En un plazo tan apremiante y con calles hasta ahora “tibias”, el gobierno tiene que dar su batalla en el campo institucional, a saber, uno en el que la llave la tiene el Congreso. Allí pareciera que la única herramienta es la cuestión de confianza; tema sobre el cual, a falta de precisiones constitucionales suficientes, se ha creado un área gris en la que hay gente muy seria (y otra no tanto) señalando que esto no es posible; a la vez que otro grupo, nada despreciable, sosteniendo exactamente lo opuesto.

Compleja decisión para Salvador del Solar pedir la confianza en un escenario como ese. De hacerlo –y justamente porque sabemos todo de lo que este Congreso es capaz– podemos suponer que lo más probable es que busquen una manera “legal” de mandarla al tacho. Peor aún, si se sienten con fuerza suficiente, tratar de vacar al presidente por haberla presentado.

¿Qué hizo que un ingeniero haya errado tanto en los cálculos? Quizás el que en política las sumas pueden restar o las multiplicaciones, dividir.