El presidente Martín Vizcarra presentó los proyectos de ley para una reforma política ante el Congreso. Su propuesta es que sean sometidos a un referéndum. (Foto: Andina)
El presidente Martín Vizcarra presentó los proyectos de ley para una reforma política ante el Congreso. Su propuesta es que sean sometidos a un referéndum. (Foto: Andina)
Fernando Rospigliosi

El populismo y la demagogia son lucrativos políticamente, como acaba de comprobar el presidente Martín Vizcarra con la mejora de su aprobación en diez puntos, según la última encuesta de Datum, que se puede atribuir a su propuesta de llevar a referéndum la no reelección de congresistas.

Todos los expertos y analistas, casi sin excepción, coinciden en que es una mala idea que no va a mejorar, sino, por el contrario, va a empeorar el sistema político. (Fernando Tuesta, “Reelegir no es el problema”, El Comercio, 9/8/18.). Pero una parte de ellos respalda entusiastamente la idea porque eso le permite a Vizcarra aumentar su popularidad y golpear al ya maltrecho Congreso, en particular a la mayoría keikista.

Es decir, aplauden y apoyan una medida que tendría consecuencias nefastas en el largo plazo porque eleva temporalmente la popularidad de un presidente que está ahora desafiando al keikismo. Es evidente que, una vez encarrilado en esa vía, Vizcarra es capaz de intentar cualquier disparate con tal de subir unos puntos más, como lo muestra su nueva iniciativa de 50% de escaños para mujeres.

El asunto es que la popularidad de Vizcarra había caído abruptamente debido, básicamente, a su deficiente gestión, incluyendo el aumento de impuestos. Por ejemplo, la última encuesta de GfK, de julio, muestra un descenso de la aprobación del gobierno en el manejo de los catorce temas que se evalúan, desde la economía y el empleo hasta la lucha contra la corrupción y la delincuencia. Y la anterior, de junio, revelaba lo mismo, un descenso respecto al mes precedente.

Otro ejemplo es la última encuesta del Índice de Confianza del Consumidor (ICC). A pesar de que la economía ha crecido significativamente durante el primer semestre, el índice cayó en julio nuevamente a un nivel más pesimista que el mes anterior, a 88 (mayor de 100 es optimista). El 62% considera que el gobierno de Martín Vizcarra no está tomando medidas para reactivar la economía y el 50% cree que con este presidente el Perú no crecerá. (“Pese a crecimiento no se revierte pesimismo de los consumidores”, “Gestión”, 8/8/18).

Pero en lugar de enfocarse en mejorar su gestión, aprovechando el viento a favor que implica el crecimiento de la economía, impulsado básicamente por la minería debido al aumento de los precios en el mercado internacional, Vizcarra ha tomado el fácil atajo de la demagogia y el populismo.

Esa es una buena receta, en todas partes, para aumentar la popularidad de un político y para empeorar la situación de un país y, a la larga, la del mismo caudillo populista. Por ejemplo, el 28 de julio de 1987 Alan García anunció su proyecto de estatización de la banca en medio de los desaforados aplausos de sus partidarios. Tomó la iniciativa, arrinconó a sus opositores, puso la agenda, ganó popularidad. Y aceleró la velocidad hacia la ruina del país y de su propio gobierno.

No se trata, pues, solamente de aumentar popularidad y golpear a los adversarios. Es necesario conseguir eso, pero con propuestas e iniciativas adecuadas, que contribuyan a mejorar la situación, no con adefesios como las propuestas de Vizcarra.

El apoyo de la población no implica tampoco que las medidas sean las convenientes. Por ejemplo, en 1993 Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos pusieron en práctica una idea que contó con el abrumador respaldo popular: reducir el Congreso de dos cámaras y 240 miembros a una sola con 120, con el argumento que sería más eficiente y menos costosa. Veinticinco años después, no hay duda de que es más cara y mucho peor que el Parlamento de la década de 1980. El problema no estaba en el tamaño ni el costo, así como ahora no está en la reelección.

Un argumento que usan algunos para respaldar el referéndum de Vizcarra es que en realidad es solo un arma de negociación con el Congreso, y que finalmente lo canjeará por otra cosa. Eso es inviable. El presidente ya no puede retroceder y va a ir hasta el final con su insensata propuesta.

Al final me parece que se va a producir una situación similar a la del verano del año pasado, cuando el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski remontó en las encuestas y casi todos los analistas decían que ese era un segundo debut, a partir del cual todo sería distinto y mejor. Yo opinaba que esos eran solamente buenos deseos: “Mi punto es que el gobierno va a salir más débil y frágil de esta circunstancia. Que no tiene la posibilidad de solucionar adecuadamente las urgencias del momento, ni de realizar una reconstrucción rápida y efectiva”. (“¿Una nueva oportunidad para el gobierno?” 25/3/17). Creo que lo mismo va a ocurrir con Vizcarra, más temprano que tarde.