(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Ignazio De Ferrari

En estos primeros días de gestión del flamante presidente Martín Vizcarra, no está de más preguntarse cómo le ha ido a los presidentes latinoamericanos que, como él, han tenido que asumir la presidencia a mediados de un período presidencial. En general, ¿han podido tener presidencias medianamente exitosas? ¿Y qué puede aprender Vizcarra de esas experiencias?  

Algunos datos primero. Desde 1978 –año en que se inicia la tercera ola de democratización en América Latina– se ha producido el relevo anticipado de un presidente elegido en las urnas en 10 de los 18 países de la región que conducen elecciones de manera periódica. De los 136 presidentes que han gobernado en democracia, 19 asumieron a mitad del mandato sin haber sido elegidos para el cargo. Un monto no menor, pues representa el 14% de todos los presidentes. De estos 19, 11 eran vicepresidentes al momento de asumir la jefatura del Estado y siete eran miembros del Parlamento. En tres oportunidades asumieron vicepresidentes por muerte del mandatario y en los restantes 16 casos se produjo el relevo a raíz de una crisis institucional o económica. En ocho casos la corrupción fue un factor fundamental. Solo Lava Jato le costó indirectamente el cargo a dos presidentes. 

En líneas generales, los presidentes que asumieron para completar el período de su antecesor han tenido elementos tanto a favor como en contra. A favor han jugado las bajas expectativas. En la mayoría de los casos, los políticos y los ciudadanos han entendido que de un mandatario que no ha sido elegido a través del voto, y que cuenta con un período relativamente corto para gobernar, no es mucho lo que se puede esperar. En promedio, los 19 presidentes que heredaron el cargo gobernaron por un período de un año y nueve meses. Cuando las expectativas son bajas, los logros parecen más grandes de lo que realmente son, y los desaciertos son perdonados más fácilmente.  

Sin embargo, los presidentes de medio término han tenido la gran dificultad de gobernar en períodos de crisis, ya sea económicas, institucionales, o de los dos tipos. Esto les ha dificultado hacer reformas estructurales. A inicios del 2002, en medio de una de las mayores catástrofes económicas de la historia argentina, casi ningún político estaba dispuesto a hacerse cargo de la presidencia. Adolfo Rodríguez Saá había durado ocho días en el cargo y la calle pedía “que se vayan todos”. Al final fue Eduardo Duhalde, ex gobernador de Buenos Aires y uno de los pocos peronistas capaces de lograr consensos, el que terminó asumiendo el reto. De manera similar, en el 2000, con un país en recesión y una economía recientemente dolarizada, no era mucho el margen de acción que tenía el entonces nuevo presidente de Ecuador Gustavo Noboa.  

El caso de Martín Vizcarra es distinto. En primer lugar, el presidente asume para gobernar por un período de tres años y cuatro meses. De los 19 presidentes de medio término solo al paraguayo Luis González Macchi le ha tocado gobernar por un período más largo. A eso se suma que, a diferencia de otras situaciones similares, las expectativas no parecen ser tan bajas esta vez. Según una encuesta de CPI publicada esta semana, el 71% de los encuestados a nivel nacional ve favorable la llegada de Vizcarra a la presidencia. Y hay un elemento adicional. Si bien en comparación con años recientes, la economía está debilitada, el Perú está lejos aún de una recesión –se espera que la economía crezca entre 3% y 4% en los próximos años– y la salida de Pedro Pablo Kuczynski de la presidencia se ha producido respetando los cauces constitucionales. 

Vizcarra tiene mucho que aprender de las experiencias positivas y negativas de los presidentes de medio término que, como él, estuvieron llamados a gobernar por un período más o menos largo. De Itamar Franco debería tomar nota de que las reformas estructurales pueden ser una realidad, incluso en condiciones adversas. Durante la presidencia de Franco se implementó el Plan Real que acabó con la inflación endémica de la economía brasileña. De otro brasileño, el actual mandatario Michel Temer, debería aprender que es mejor gobernar solo que hacer un pacto con el diablo para sobrevivir en el poder. A Temer solo lo aprueba el 5% de los ciudadanos. 

El mandato que se le ha encargado a Martín Vizcarra se parece más a una presidencia normal que a una de medio término. Y como en toda presidencia normal, los mensajes y las acciones de los primeros 100 días son fundamentales. El primer gran reto es que el primer ministro Villanueva convenza al Congreso y a la ciudadanía de que es capaz de hacer un gobierno eficaz.