(Foto: Alonso Chero)
(Foto: Alonso Chero)
Federico Salazar

Los Juegos Panamericanos Lima 2019 demuestran que el Perú puede hacer megaeventos de nivel internacional. Debemos celebrarlo, pero también lamentarlo.

Es para lamentar la decisión de los gobiernos de Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski de sostener este loco sobregiro.

Esta actividad habrá costado más de 1.200 millones de dólares. Ha sido una tremenda irresponsabilidad.

No es cómodo pinchar el globo en plena fiesta, pero es absolutamente necesario. Es necesario que se sepa la verdad.

El gobierno dice que es importante la lucha contra la corrupción. Dice, pero no da valor, en soles, a esa necesidad.

La corrupción no aparece por generación espontánea. Aparece, crece y se difunde porque la oscuridad favorece la arbitrariedad.

Donde hay hacinamiento y demora se hace difícil la vigilancia. Sin vigilancia y con oscuridad, surgen el favoritismo, el poder arbitrario y, con este, la corrupción y la impunidad.

En el Poder Judicial hay 3 millones 886 mil expedientes en lista de espera, según un estupendo documental de El Comercio (“Justicia de papel”, en You Tube). Hay solo 3.193 jueces. Y cada año ingresan 200 mil casos nuevos.

Para el bicentenario vamos a tener estadios, villa de atletas y complejos deportivos. Algunas medallas, además, pero también cuatro millones de casos judiciales sin resolver.

La fiscalía, por su lado, tiene una carga en exceso que pasa largamente el millón de casos. La Policía Nacional, por su lado, no está completamente capacitada, las comisarías no pueden recurrir a un archivo de huellas digitales en línea, no hay cruce de información entre los distritos y hay una falta clamorosa de recursos para la investigación criminal.

Los deportes son muy importantes. Lo más importante de los deportes, sin embargo, es el atleta. ¿No hubiera sido mejor invertir en los atletas en vez de gastar en hospedar a deportistas que vienen de afuera?

Con 200 millones de dólares hubiéramos podido enviar a muchos atletas a que adquieran roce internacional. Podríamos contratar, para nuestros atletas, entrenadores del más alto nivel y capacitar a otros, para que formen escuela.

Si hubiéramos hecho ese tipo de inversión, menos glamorosa, tendríamos 1.000 millones de dólares para el Poder Judicial, el Ministerio Público y la Policía Nacional. Habría menos fanfarria, quizá, pero también habría menos delito y menos inseguridad.

Haber hecho los Juegos Panamericanos nos hace creer que no somos pobres ni subdesarrollados. Lamentablemente, es una ilusión. Somos pobres porque no supimos gastar 1.200 millones de dólares. Y seremos pobres un tiempo más, porque gastamos el dinero en algo que no necesitamos tanto como necesitamos combatir la injusticia, la corrupción y la impunidad.

El presidente de la Corte Superior de Lima, Miguel Rivera Gamboa, ha dicho que no tienen en el presupuesto un sol para el mantenimiento de su sede. Si se malogra un baño, ha revelado, no podrán repararlo (El Comercio, 27/7/19, p. 12).

Imaginemos lo que sucede en Puno, Amazonas, Sullana o en la selva central. Y no solo se trata de infraestructura y logística. Se trata de los sistemas, de los procedimientos, del mismo derecho procesal, de los requisitos, los plazos, las penas, los sistemas de vigilancia y fiscalización.

El presupuesto del Poder Judicial de este año es menos de la mitad del presupuesto de los Juegos Panamericanos.

El país, por supuesto, necesita esperanza. Nuestros deportistas nos dan eso. Lo hemos vivido en el fútbol y lo estamos viviendo con nuestros atletas.

Necesitamos, sin embargo, con mayor urgencia, esperanza sobre la justicia y las instituciones. Ahí necesitamos ganar medallas más que en ningún otro campo. No nos contentemos, en algo tan decisivo, con la medalla de hojalata.

Un país que camina bien puede crear y derivar recursos, públicos y privados, a los deportes.

Apenas hemos conseguido para estos Juegos seis auspiciadores, de 2 millones de dólares cada uno, en especies. El gasto ha sido de 1.200 millones, por lo menos. Sin una economía en progreso, los Juegos no pagan, son puro gasto.

Dejemos ya la borrachera y regresemos al sentido de realidad.