De mermeladas y candidatos, por Jürgen Schuldt
De mermeladas y candidatos, por Jürgen Schuldt
Jürgen Schuldt

Un ejemplo clásico de las anomalías que surgen en la vida real a la hora de optar por la compra de un producto es el experimento realizado en una tienda californiana de abarrotes. En ella, científicos behavioristas le presentaron a un grupo de clientes 24 variedades de mermelada y a otro solo le dieron seis opciones de compra. Resultó que apenas un 3% de quienes estuvieron frente al estante de 24 muestras se animó a comprar, mientras que 30% de los que solo tenían que decidir entre las seis mermeladas adquirieron una. 

Curioso comportamiento, cuya conclusión se verificó en experimentos de laboratorio y de campo realizados por psicólogos, neurobiólogos y economistas heterodoxos sobre diversos conjuntos de chocolates, lapiceros, detergentes y programas de jubilación. El psicólogo lo denominó la “paradoja de la elección”, en la que la decisión entre muchas opciones ya no libera, sino que debilita y hasta tiraniza. 

Se trata del efecto del “cuanto más es menos”: excesivas opciones llevan a una “parálisis de la elección”, con lo que dejan de comprar o, si lo hacen, están menos satisfechos con lo elegido. En este caso, el cliente decide al azar, sin mayor indagación y a base de una heurística sencilla, por lo general puramente emocional. 

Podemos aplicar esta anomalía del comportamiento del consumidor al del elector, pues el 10 de abril tendremos que decidir entre una impresionante lista de 19 planchas presidenciales (y un sinfín de congresistas). 

Nos enfrentaremos al problema de la paradoja de la elección: son tantos los candidatos que marean y desconciertan a quienes tenemos que votar por alguno. En ese contexto, el consumidor-elector cae en los más variados estados de ánimo: ansiedad, confusión, pesimismo, incredulidad, desmotivación y similares. 

Además, la gran mayoría de la población no tiene muchas posibilidades de informarse más allá de los titulares de los diarios en los puestos de periódicos, por algún noticiero de radio o televisión, o en un mitin. Por lo que, si bien los candidatos no son mermeladas (aunque abunden los mermeleros), los ciudadanos elegirán fijándose en condiciones marginales o de menudo interés personal, similares a las de los potes de mermelada. Se deciden en función al tamaño, peso, color, envoltura, origen o esperanza de vida del producto-candidato.

¿Qué hacer? En cuanto a las mermeladas, los expertos sugieren que lo ideal es recortar la cantidad y variedad de opciones, lo que en la práctica aseguró una mayor confianza y seguridad en la elección (y el aumento de las ventas). Pero en democracia no se puede impedir que aumente el número de candidatos presidenciales, por más que para postular se requiera una enorme cantidad de firmas de adherentes para inscribir un partido. Así, la solución debería ir en la misma línea propuesta por los marketeros: reducir el número de opciones.

Desgraciadamente en nuestro caso se ha marchado hacia el otro extremo: pese a la abundancia de programas, prácticamente existe solo uno, aunque de ello no se han percatado aún los electores. Entre otros, este curioso fenómeno ya lo ha reconocido una congresista, nuevamente candidata: “Tanto Keiko como Alan y PPK tienen la misma línea ideológica, económica y social”. A lo que un abogado añade que “los cinco primeros, con matices, planes y equipos técnicos diferentes, proponen más o menos lo mismo”, que puede extenderse a casi todos los demás candidatos, que también son de centroderecha.

Es decir, unos 16 de los 19 partidos nos ofrecen prácticamente el mismo menú, asegurando la continuidad del modelo socioeconómico y político inaugurado en la década de 1990 y que, dicho sea de paso, ha logrado –apenas en un cuarto de siglo– dejar yermo el campo que ocupaban y deberían volver a cubrir un proyecto socialdemócrata y uno del conglomerado de izquierdas, indispensables para asegurar una cabal democracia. Así, la abundancia de alternativas políticas es un espejismo. 

En esas condiciones y si no existieran tantos egos magnos, la mayoría de los 19 podría formar un solo equipo representado por uno de ellos, cambiando apenas algunas formas. Esto evitaría el estrés que contrae la abundancia de opciones, dejando de engatusarnos con la supuesta diversidad de opciones. 

Como tal, como van las cosas, da (casi) lo mismo a quien se (mal) elige. Esperemos que para el 2021 se haya constituido un sólido partido socialdemócrata, un bloque de izquierda y una derecha liberal, para que puedan acompañar al actual monopolio centroderechista. Solo entonces podremos hablar de la “libertad de elegir”, ideal que ahora es una ‘fata morgana’, un espejismo.