Opiniones mundo ilustración
Opiniones mundo ilustración
Alfredo Torres

Observar nuestra realidad desde lejos permite ver las cosas con mayor perspectiva. Nos permite reflexionar, por ejemplo, sobre nuestra condición de latinoamericanos y, a partir de esa constatación, analizar nuestras similitudes y diferencias con otras sociedades. Eso fue lo que me pidió hacer esta semana en Londres la Canning House con los resultados de un importante estudio de  liderado por Ipsos MORI, llamado Tendencias Globales, que comprende encuestas entre la población con acceso a Internet en 13 países desarrollados y 10 países emergentes, entre ellos cuatro de : Argentina, Brasil, México y el Perú.

En América Latina y el Caribe vivimos 650 millones de personas. En términos globales, no es mucho: representa el 9% de la población mundial, países como China o India duplican, cada uno, la población sumada de los 26 países de la región. En términos económicos somos aun más pequeños. El PBI de América Latina y el Caribe asciende a 5 mil millones de dólares, el 7% de la economía mundial, la tercera parte del PBI de Estados Unidos. Es claro que nuestro peso político en el mundo solo adquiere cierta relevancia si actuamos unidos.

Cuando se comparan las actitudes de los latinoamericanos con las del resto del mundo, se observa que tenemos algunos campos en los cuales coincidimos con la forma de pensar de los países más avanzados, otros en los cuales nuestro pensamiento coincide con el de otros países emergentes (el estudio incluyó a China, India, Indonesia, Rusia, Turquía y Sudáfrica) y, finalmente, algunos en los cuales somos más singulares.

Las coincidencias con los países desarrollados se originan en nuestra pertenencia a la cultura occidental. Como se sabe, todos los países desarrollados practican el sistema democrático y la economía de mercado. Aunque a trompicones, en la mayor parte de América Latina vamos por la misma senda. Curiosamente, estas convicciones se reflejan en un resultado paradójico: compartimos con los países desarrollados una tendencia a desaprobar el desempeño de nuestros gobiernos y empresas, quizá alentada por una prensa independiente muy crítica. En otros países emergentes, en cambio, la encuesta registra una mayor confianza ciudadana en sus autoridades y corporaciones.

Otra coincidencia entre los países desarrollados y los latinoamericanos es que la mayor parte de su población comparte valores liberales. En el resto del mundo, en cambio, predominan las posiciones más conservadoras. Por ejemplo, con respecto al rol de la mujer en la sociedad, 65% en los países desarrollados y 61% en América Latina están en desacuerdo con la aseveración de que este rol es ser buenas madres y esposas. En cambio, en los otros países investigados –la mayoría del Asia–, el resultado es 59% a favor del rol tradicional de la mujer. Lo mismo ocurre con respecto al derecho de los homosexuales a vivir su vida como desean. En los países desarrollados y en América Latina, la aceptación es mucho mayor que en el resto del mundo.

En otros temas, en cambio, los latinoamericanos pensamos más parecido a los ciudadanos de otros países emergentes. Por ejemplo, para 64% en América Latina y 65% en otros países emergentes, la globalización es positiva. En los países desarrollados solo un 46% piensa así. El resultado refleja bien quiénes han ganado más y quiénes menos en este proceso. Lo mismo ocurre con el progreso. En América Latina 65% siente que tiene una vida mejor que la que tuvieron sus padres. En otros países emergentes 63% es de esa percepción. En cambio, solo 41% de la población de los países desarrollados cree que su vida es mejor que la que tuvieron sus padres.

Finalmente, hay temas en los que América Latina se diferencia tanto de los países desarrollados como de los demás países emergentes. Lamentablemente, no son temas para enorgullecernos. Uno de ellos es la calidad de nuestros servicios públicos. Solo 14% de los latinoamericanos están satisfechos con ellos, mientras en los demás países la satisfacción es mayor a 30%.

El tema más grave es la inseguridad. Si bien en América Latina no sufrimos actualmente del terrorismo que angustia a otras partes del planeta, nuestra percepción de inseguridad es la más alta del mundo debido a la mayor criminalidad que asola a nuestra región y eso no es solo percepción sino realidad. El miedo se explica porque América Latina tiene las mayores tasas tanto de asesinatos como de delincuencia común. El riesgo es que, como también lo señala la encuesta, esta inquietud lleva a buscar soluciones en liderazgos autoritarios, a pesar de que la historia demuestra –y el caso reciente de Venezuela lo confirma– que el autoritarismo suele abrir una puerta para el ingreso de la corrupción y el crimen organizado al poder.