El mono ahorrador, por Alfredo Bullard
El mono ahorrador, por Alfredo Bullard
Alfredo Bullard

¿Ahorran los animales? Salvo algunas expresiones curiosas de acumulación para el consumo futuro (un perro enterrando un hueso o una ardilla escondiendo nueces), parece que no. Ahorrar, en términos actuales, requiere haber inventado formas abstractas de reflejar el valor (como dinero, instrumentos de inversión o instituciones financieras), que la inteligencia animal no puede crear.

Pero hay un animal (a cuya especie pertenecemos usted y yo) que ha sido capaz de mejorar, con decisiones presentes, su bienestar futuro: el ser humano. Ha creado inventos e instituciones que le permiten vivir más y mejor. La expectativa de vida se ha triplicado en 200 años. Hemos podido acumular cantidades espectaculares de capital, información y tecnología. Nunca se ha ahorrado tanto como en nuestros días.

En el debate sobre los sistemas previsionales (AFP y ONP) se usa un llamado sesgo cognitivo (citando a economistas como ) para justificar el obligar a las personas a ahorrar para su vejez mediante aportes forzosos. Ese sesgo es preferir el corto plazo sobre el largo plazo.

¿Qué es un sesgo cognitivo? Cuando pensamos, hay condicionantes no conscientes de nuestras decisiones. Si hay un terremoto, muchos correrán antes de pensar si es lo mejor. Si tenemos al frente un contrato, la mayoría lo firmará sin leerlo. Si aprendimos algo, así sea equivocado, nos resistiremos a cambiar de idea.

Pero ¿son irracionales los sesgos cognitivos? Depende de lo que llamemos irracional. Solemos creer que una decisión que no proviene de un razonamiento consciente es irracional, pero ello es equivocado. Muchos sesgos cognitivos se originan en lo que se conoce como racionalidad profunda y tienen origen evolutivo.

Según Darwin, las especies que se adapten mejor al medio ambiente tenderán a sobrevivir más. Nuestros antepasados prehistóricos (de manera similar a los animales) no tenían tiempo para pensar en el largo plazo. ¿Para qué pensar en nuestra vejez si virtualmente nadie llegaba a viejo? La supervivencia era un asunto del día a día. Había que comer sin ser presa de las fieras. Acumular mucha comida en la caverna era una pérdida de tiempo, porque, además, la comida no podía guardarse por períodos largos.

Los individuos que perdían su tiempo pensando en el largo plazo no focalizaron su esfuerzo y capacidades en sobrevivir el día. Murieron, en términos de Darwin, con más frecuencia que los que se preocuparon en el corto plazo. Los que sobrevivieron se reprodujeron con más frecuencia y crearon, por herencia genética, el sesgo de priorizar el día a día. Ese sesgo es racional, pero intuitivo. Es racionalidad profunda. Era racional, en esas épocas, pensar en corto plazo para sobrevivir.

La evolución biológica es lenta. Se requieren miles o millones de años para consolidar cambios significativos, pero el ser humano también sobrevivió porque desarrolló inteligencia, y esta desarrolló tecnología e instituciones como no lo hizo ninguna otra especie. Ello generó una forma de evolución (económica y social) mucho más rápida que la biológica. No hay que esperar milenios, sino solo unos pocos años, para generar cambios significativos.

Pese a nuestro sesgo cognitivo, hemos sido capaces, con uso de inteligencia y evolución institucional, de contrarrestarlos. Todavía tendemos a pensar en el corto plazo, pero en el agregado nuestra inteligencia ha generado una evolución social que nos ha permitido acumular recursos para el largo plazo, no solo mediante fondos previsionales, sino mediante inversiones en educación, salud y bienes. ¿Cómo explicar que seres que solo pensamos en el corto plazo paguemos por tecnología de salud que nos permite vivir más de 100 años o construyamos casas que, a diferencia de las chozas de la antigüedad, cobijaran a varias generaciones? Nunca una especie biológica, condicionada a pensar en el corto plazo, ha conseguido proyectarse tanto en el futuro. Nunca forzarnos a ahorrar ha sido tan innecesario.