“Mrs. Keiko”, por Abelardo Sánchez León
“Mrs. Keiko”, por Abelardo Sánchez León
Abelardo Sánchez León

Las universidades son los lugares preferidos de aquello que se entiende por “políticamente correcto”. En las universidades no se pueden decir barbaridades ni defender posiciones contrarias al espíritu que anima lo “políticamente correcto”. Es más: muchas de las instrucciones de lo “políticamente correcto” provienen de los campus, aunque no hayan tenido el impacto deseado en la denominada vida real. Imbuido en ese espíritu, el politólogo Steven Levitsky invitó a Harvard a la candidata . Lo “políticamente correcto” consiste en invitar a los candidatos de todas las tendencias, pero lo más difícil de lograr es que los candidatos no mientan, que no se adecúen pragmáticamente al contexto alturado de las ideas, que no digan lo que piensan sino lo que esperan que digan en un ambiente intelectual, como es la universidad, sobre todo si es Harvard. Harvard nos dice mucho a los peruanos. El padre de Lourdes Flores llamó a Alejandro Toledo “el auquénido de Harvard”.

Quiero centrar mi observación en la relación Keiko Fujimori y Harvard como una forma de limpiar su imagen. Los estudios universitarios que los peruanos le financiamos a Keiko, justamente en Boston, nos son desconocidos. ¿Qué ha estudiado?, ¿cuál es su práctica profesional?, porque Keiko no tiene la imagen de una mujer estudiosa y cuando interviene en debates electorales solo constatamos que recita un guion establecido de antemano. El fujimorismo está muy alejado de las aulas y su electorado se encuentra en los estratos más vulnerables o en las altas esferas de la sociedad. Su padre desconoce nuestra historia y no respeta a ningún peruano, tal como declarara en su momento. Su hermano Kenji hace el ridículo cuando asume poses intelectuales y Keiko brinda, más bien, la imagen de ama de casa eficiente que obedece a ciegas a su padre. Keiko, de salir presidenta, no va a gobernar, lo hará su padre, y por eso resulta difícil creer en “la renovación fujimorista”.

Resulta difícil creerle al fujimorismo: nació de la mentira, del engaño, de la impostura, de la falsedad; en cada contienda electoral va con un nombre distinto; entrevera el cuento del bacalao, la yuca, la nacionalidad confusa de Alberto Fujimori, la apropiación de las ideas neoliberales de su adversario, el denominado golpe blanco o autogolpe, el eterno estado de emergencia y el interesado gobierno de reconstrucción nacional, el siniestro vínculo con Montesinos, las heridas proporcionadas a su esposa, Susana Higuchi. ¿Cómo creer, entonces, acerca de la renovación fujimorista durante sus diversas presentaciones en Harvard, en esa atmósfera “políticamente correcta”, en un momento en que sus consejeros recomiendan zafarse de la imagen dura del fujimorismo, cuando su padre es una sombra que acecha y Montesinos un activo saboteador político?