(Foto: Nuevo Perú)
(Foto: Nuevo Perú)
Juan Carlos Tafur

La reunión de con no ha sido protocolar o rutinaria. Confirma una vocación política de la izquierda peruana por radicalizarse.

Sería demasiado pretencioso afirmar que sería un error político hacerlo. Supuestamente, en el Perú se ganan elecciones por el centro y luego se gobierna por la derecha, pero el hartazgo ciudadano con ese formato podría reabrir una inquietud positiva hacia opciones menos moderadas o centristas.

La izquierda peruana transitó hasta hace poco por un proceso de evolución ideológica que la hacía abandonar los cartabones marxistas y acercarse a criterios socialdemócratas, siendo la opción y gestión de Susana Villarán la más clara en ese sentido.

Pero los hechos políticos parecen haberla convencido de que ese era un camino equivocado. El traspiés político de Villarán y Fuerza Social se ha llevado de encuentro una visión que era capaz de alentar las inversiones privadas y que hoy se reanima con fórmulas de acción estatal, como antaño.

A la vez, el enorme éxito político de una opción radical como la que encabezara el dirigente magisterial Pedro Castillo en la masiva huelga del año pasado ha hecho que la izquierda revise si su lucha política debe transitar solamente por las esferas parlamentarias o electorales, o si debe volver a echar mano del recurso a la calle que protesta.

En principio, pareciera que el escenario descrito condujera a una resignificación del centro y de la moderación ideológica, pero también es este un sitio transitado hasta el cansancio y que hoy, además, nos pone al frente a líderes silentes, que no parecen interpretar la necesidad de marcar agenda o espacio político (¿en qué andan Julio Guzmán, Alfredo Barnechea o César Acuña?).

Bajo esas consideraciones, si su objetivo político es asentar una postura y un discurso que se distinga de la derecha conservadora y de un centro que en el país es sinónimo vigente de aguachento y no de sensatez, la estrategia parece coherente.

Podrá no gustarnos a quienes quisiéramos una migración paulatina no solo de la izquierda sino también de la derecha hacia parámetros liberales (democracia y economía de mercado), pero políticamente se asoma como lógica.

La izquierda se izquierdiza cada vez más y eso, en parte, se explica también por la macartista campaña de la ultraderecha peruana por agraviar justamente a la izquierda moderada, que con algo más de inteligencia debería haber ponderado. Como si prefiriese la radicalidad opuesta para justificar la suya propia, la derecha ultramontana nacional ha construido un discurso de exclusión antidemocrática sobre una izquierda que ha querido recoger la modernidad liberal como discurso y práctica.

Por supuesto, será ocasión de discutir si hace bien Nuevo Perú acercándose a un grupo tan radical como el de Gregorio Santos (quien muy fácilmente tipifica como “dictadura neoliberal” al actual modelo democrático y es renuente a insinuar siquiera el término ‘dictatorial’ cuando se refiere a un régimen como el de Maduro), que además está implicado en serias denuncias de corrupción. Pero sin desmedro de ello, queda claro que la reunión sucedida insinúa un giro político e ideológico de la izquierda peruana.

La del estribo: buena noticia que la Sala Penal Nacional haya revocado la prisión preventiva y el arresto domiciliario de algunos ejecutivos de las empresas consorciadas a Odebrecht. Ahora, que sigan su juicio en libertad, como corresponde en este y en todos los casos, salvo flagrancia o real peligro procesal.