"Paniagua llegó al poder en noviembre del 2000 designado por el Congreso, ante la renuncia de Alberto Fujimori y Vizcarra en marzo de este año, ante la renuncia de PPK". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Paniagua llegó al poder en noviembre del 2000 designado por el Congreso, ante la renuncia de Alberto Fujimori y Vizcarra en marzo de este año, ante la renuncia de PPK". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Alfredo Torres

Los dos presidentes más populares de las últimas dos décadas no fueron elegidos directamente para el cargo: y . Como se recordará, el entonces congresista Paniagua llegó al poder en noviembre del 2000 designado por el Congreso, ante la renuncia de Alberto Fujimori y sus vicepresidentes; y Vizcarra en marzo de este año, ante la renuncia de PPK. Paniagua gobernó ocho meses y concluyó su breve mandato con 71% de aprobación y Vizcarra llega a su octavo mes con 65% de aprobación. Los cuatro gobernantes que mediaron entre uno y otro habían perdido al octavo mes, en mayor o menor medida, su respaldo inicial. La aprobación de Alejandro Toledo entonces era de 25%, la de Alan García 50%, la de Ollanta Humala 53% y la de Pedro Pablo Kuczynski 32%.

Tanto el cusqueño Paniagua como el moqueguano Vizcarra encontraron en la lucha contra la corrupción un ‘leitmotiv’ para su gestión. Paniagua debió enfrentar el desplome del primer fujimorismo y los infames ‘vladivideos’, y a Vizcarra le ha tocado enfrentar la crisis del segundo fujimorismo y los audios de la vergüenza. Para la percepción popular son fenómenos similares, aunque, en honor a la verdad, las investigaciones fiscales por haber recibido dinero de empresas brasileñas cubren a media docena de agrupaciones políticas, no solo a Fuerza Popular.

Paniagua tuvo que organizar nuevas elecciones generales, lo que hizo impecablemente. Vizcarra encontró en el referéndum el medio para que la ciudadanía exprese su voluntad de cambio político. Pero hay dos importantes diferencias. La primera es que a Paniagua le correspondía entregar el mando de inmediato, lo que cumplió, mientras que a Vizcarra le toca gobernar otros dos años y medio. La segunda diferencia es que la aprobación del gobierno en tiempos de Paniagua era muy similar a su aprobación personal. No ocurre lo mismo ahora.

La aprobación del presidente y la del gobierno –entendido comúnmente como el Poder Ejecutivo– no siempre es la misma. Por ejemplo, en el octavo mes de gestión, la aprobación personal de Paniagua era mayor en dos puntos porcentuales a la de su gobierno, Toledo tenía la misma aprobación que su gobierno, García seis puntos más y Humala once puntos más. En el caso de Vizcarra, la brecha ha llegado este mes a 25 puntos. Es decir, la ciudadanía tiene una evaluación personal muy favorable de Vizcarra, pero no así de su gobierno.

Esta diferencia entre la imagen de los líderes y sus instituciones puede ser también inversa. Por ejemplo, el fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, tiene una imagen muy negativa mientras que el Ministerio Público, que él preside, tiene hoy una imagen mucho mejor –como se verá en la encuesta de El Comercio-Ipsos que se publicará en los próximos días– como resultado de la gestión de José Domingo Pérez y otros fiscales.

Cuando ocurre esta discrepancia entre imagen personal y de la institución solo hay dos caminos. Si la imagen personal es mucho más negativa que la de la institución corresponde la renuncia, para no afectar la imagen de la institución. Es lo que debería hacer el cuestionado Chávarry y defender su pretendida inocencia desde el llano. Si la imagen personal es mucho mayor a la de una institución corresponde usar ese liderazgo para transformarla o, de lo contrario, la brecha se diluirá.

El desafío de Vizcarra es múltiple. Debe reforzar su equipo de gobierno para mejorar la gestión pública –que es lo que afecta la vida cotidiana de la gente– y para mejorar la competitividad del país, que es lo que permitirá acelerar su desarrollo. Pero para mantener su apoyo popular debe también seguir luchando contra la corrupción en dos frentes: el interno, denunciando enérgicamente inconductas de funcionarios de su gobierno, y el externo, impulsando las medidas legislativas que faltan para reformar el sistema político y el judicial.

Colofón: Esta semana el portal web Manifiesto publicó: “Latinobarómetro revela que Vizcarra solo tiene aprobación de 28% cifra muy inferior al 61% que dan encuestadoras peruanas... ¿Otra farsa al descubierto?”. La nota generó un intenso ataque a Ipsos en las redes sociales a pesar de la aclaración inmediata: El Latinobarómetro se aplicó en junio y julio y la pregunta era por la aprobación del gobierno, no por la aprobación personal. En ese momento, la aprobación del gobierno según la encuesta de El Comercio-Ipsos era 27%, una cifra muy similar a la del Latinobarómetro. Este caso confirma, de un lado, la necesidad de tomar con mucha prudencia la información que se publica en Internet y, del otro, que la prensa establecida, con periodistas de prestigio y fuentes confiables, será cada vez más importante para no dejarse arrastrar por las informaciones falsas que circulan por las redes sociales.

*El autor es presidente ejecutivo de Ipsos Perú.