El 'papado' de Julio Grondona, por Pedro Canelo
El 'papado' de Julio Grondona, por Pedro Canelo
Redacción EC

Decía que tenía más denuncias que Al Capone, pero más parecía una versión argentina de Vito Corleone, el personaje central de “El Padrino”. Poderoso, impune y casi eterno. El presidente de la Asociación de Fútbol Argentino falleció ayer en Buenos Aires y cumplió con su desafiante promesa de hace algunos años: “De la AFA me sacan con los pies para adelante”. Así lo quiso, así fue.

. De Grondona se ha dicho ayer que fue casi un prócer de la independencia del fútbol sudamericano. Puede ser cierto que su presencia frenó muchas veces la onda expansiva del feroz , pero también se convirtió en uno de los peores ejemplos para manejar el poder en el fútbol. Julio Grondona personificó ese afán de perpetuidad que hoy tienen muchos dirigentes en el mundo del balompié. 


Mientras Grondona estuvo sentado en el sillón principal de la AFA pasaron 13 presidentes argentinos, 3 Papas, 10 entrenadores de la , se jugaron nueve mundiales y la moneda de su país cambió de nombre cuatro veces. Más que un período presidencial en federación, su ciclo parecía un papado. “Todo pasa”, decía uno de los anillos de Grondona. Es verdad, pasaban todos menos él.


Si en el Perú nos golpeamos la cabeza contra la pared cada vez que se reelige en la federación, deberíamos mirar casos como los del fútbol argentino con Grondona. Burga solo cumple con un patrón, es un hijo legítimo de las políticas más utilizadas en el planeta fútbol. Llega al poder y quédate. Y en un país como el nuestro donde necesitamos tantas reformas para avanzar en este deporte duele no encontrar caminos para el recambio. 


Ojalá que el mal ejemplo de Grondona no cautive a más seguidores. El fútbol podría comenzar a curarse con mandatos que no pasen de los cinco u ocho años. Grondona tenía 35 años como presidente de la AFA. Mejoró el tema comercial pero descuidó asuntos esenciales como la (murieron 171 personas por este problema bajo su mandato). 


En las afueras del hotel Copacabana Palace, en Río de Janeiro, cientos de argentinos llegaban todos los días durante el Mundial para pedirle boletos a Julio Grondona. Él estaba siendo investigado por la mafia de la reventa de entradas (se encontraron boletos con el nombre de su hijo en el mercado negro). Votó por Qatar en esa cuestionada elección de sede mundialista. En la siempre lo iban a perdonar. Era un peso pesado, un pez gordo, un pésimo ejemplo para esos presidentes de federación que se olvidaron del retiro y que quieren embriagarse de poder hasta el último de sus días.