Foto: Difusión
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Óscar Vidarte A.

En las últimas semanas se ha dado una degeneración del discurso al más alto nivel entre Estados Unidos y Corea del Norte. Además de utilizarse adjetivos descalificativos que distorsionan las formas diplomáticas (“hombre cohete”, “loco” y “demente” por un lado, y “desequilibrado” y “viejo chocho” por el otro), las amenazas bélicas de ambas partes (al punto que Corea del Norte considera que Estados Unidos le ha declarado la guerra) generan temores fundados respecto a la posibilidad de un desenlace bélico y, por ende, nuclear.

Sin embargo, para suerte del mundo, aún sigue siendo irracional que Estados Unidos o Corea del Norte lleven a cabo una acción militar (menos una que involucre la utilización de un arma de destrucción masiva) por las consecuencias que esto podría conllevar. Entre ellas, la destrucción de países como Corea del Norte, Corea del Sur, Japón, e incluso territorio insular estadounidense.

Durante la Guerra Fría eso se llamó “mutua disuasión nuclear”, la misma que evitó el enfrentamiento directo entre las dos superpotencias de esos tiempos. Lamentablemente, armarse, sea para fines defensivos y no ofensivos, implica siempre una amenaza para el rival, que conduce a iniciar una carrera armamentista. Es decir, la búsqueda de seguridad puede acabar en una situación de mayor inseguridad.

Adicionalmente, cabe señalar que en materia de política exterior el discurso político es una herramienta a tener en consideración, pero no siempre refleja la decisión que un país vaya a tomar. Puede tratase simplemente de un ‘bluff’ o de una manera de esconder los verdaderos intereses de una acción. En todo caso, como sucede entre Estados Unidos y Corea del Norte, el discurso denota, como mínimo, una mala relación existente.

Esto no significa que esta tensa situación, causada por dos líderes que son reconocidos mundialmente por ser poco equilibrados, no sea un aspecto a considerar en el análisis de la crisis coreana.

En primer lugar, la amenaza de destruir Corea del Norte por parte de Donald Trump termina sirviendo a los intereses del país asiático. La justificación que los norcoreanos han señalado siempre para tener un programa nuclear y otro de misiles balísticos es la amenaza permanente de Estados Unidos, esto desde tiempos del “Eje del Mal” de George W. Bush.

En segundo lugar, lo que estamos viendo aleja la posibilidad de una solución negociada, camino que, incluso en momentos como este se presenta como el más adecuado –recordemos sino la crisis de los misiles de 1962 entre Estados, Rusia y Cuba–. En la década del noventa Bill Clinton y Kim Jong-il, padre del actual líder norcoreano, lo entendieron así y pudieron lograr acuerdos que tranquilizaron la península.

En tercer lugar, la respuesta desmedida del presidente Trump deslegitima la política exterior de Estados Unidos. De una parte, cualquier accionar menor a un ataque militar puede ser entendido como una muestra de debilidad. Esto le sucedió a Barack Obama en Siria, cuando se demostró que el régimen de Bashar al Assad había utilizado armas químicas violentando su “línea roja”, frente a lo cual Estados Unidos hizo poco al respecto. Y de otro lado, recurrir a mecanismos que violan el derecho internacional como el uso indiscriminado de la fuerza, hacen que Estados Unidos se encuentre al mismo nivel de Corea del Norte.

Entonces, ¿por qué Trump actúa de esta forma? A estas alturas, su comportamiento poco diplomático no debe sorprendernos, pero hay algo más. En las últimas semanas, el acercamiento del gobierno de Trump al ‘establishment’ militar ha llevado, en el caso de Corea del Norte, a la necesidad de mostrar la fortaleza del poderío bélico estadounidense frente a una situación que parece evidente: estos últimos años de sanciones y apaciguamiento militar, han logrado que Corea del Norte hoy tenga la capacidad de atacar la isla de Guam con armamento nuclear. ¿Qué puede impedir que mañana logre lo mismo en California? Con problemas en su relación con Corea del Norte, Estados Unidos parece tomar otro tipo de medidas.

En cualquier caso, frente a las críticas que continuamente realiza Estados Unidos contra la inacción china para colaborar con el asilamiento norcoreano, probablemente también esté poniendo de su parte, al hacer de este problema uno mayor y de más difícil solución.